Columna publicada en el Diario la Nación el 09/06/2021
Ahora que estamos en el marco de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH de la OEA a nuestro país en pleno transcurrir de 41 días del paro nacional, se ha puesto en el orden de las conversaciones, precisamente, la importancia de los derechos humanos. En el centro de la discusión está la dignidad humana. En otras palabras, se ha volcado la reflexión en el hecho de valorar lo que está en la esencia de nuestro ser: ser persona, el valor que tiene la persona y, el aprender a respetar a todas las personas. De ahí el cuestionamiento sobre el significado de dignidad humana, sus principios y las implicaciones del ser humano como ser racional y libre. Más de 200 años desde la revolución francesa (contrato social) y, aún no hemos entendido el tema de la dignidad humana. Y para no ir tan lejos, la esencia de la reforma constitucional de 1991 que nos instauró en el Estado Social de Derecho. Precisamente como núcleo de esa gran reforma: la dignidad humana. Entorno a los derechos humanos ni el Estado, ciudadanía, cultura y menos la educación; han permeado en el ámbito de la vida, tanto de lo público como en lo privado sobre derechos humanos. Cómo es posible que desconozcamos la política nacional de derechos humanos, el sistema nacional y de información de derechos humanos y derecho internacional humanitario, el plan nacional de derechos humanos, el conpes sobre derechos humanos, la estrategia nacional para la garantía de los derechos humanos y sus ocho componentes, el plan nacional de acción sobre derechos humanos en la empresa, lo estipulado en el Acuerdo de Paz en el numeral 5.2 sobre derechos humanos, lo previsto en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 sobre derechos humanos, así como lo establecido en los planes de desarrollo departamental y municipal sobre derechos humanos. Es más, no conocemos como se encuentra articulado y funcionando la institucionalidad encabezada por la alta consejería presidencial para los derechos humanos y de paso la Fiscalía, Procuraduría, Defensoría y cada institución estatal frente al tema. Menos aún, los mecanismos y garantías para su promoción, protección y defensa de los derechos humanos a nivel local, nacional e internacional. Si desconocemos nuestra institucionalidad, es decir, lo que tenemos en casa; mucho menos reconoceremos el Sistema Regional e internacional sobre los Derechos Humanos e internacional humanitario. Peor aún, el desconocimiento sobre el funcionamiento de la institucionalidad propia del Derecho Internacional humanitario. Es triste y lamentable. Por más capacitaciones que se realizan sobre el tema desde la ESAP, como es mi caso, nada que avanzamos. No admito sólo el discurso en cuanto al dolor acumulado a lo largo de la historia por haber sido colonizados, subordinados, explotados, marginados, dominados, alienados, ideologizados, oprimidos, abusados, violados y silenciados por el capitalismo, luchas de poder, globalización y, discursos (institucionales y de sistemas sociales) dominantes. Ya somos grandecitos y con mayoría de edad para que el pensamiento crítico avance hacia la recuperación del potencial político emancipador y hacia la creación de otros mundos posibles. Todavía soñamos con un superhéroe externo que nos salve. Un presidente que nos lidere. Un líder que nos guíe. No. Somos nosotros mismos los que debemos encontrar alternativas que respondan a las necesidades y esperanzas de nuestros pueblos. Necesitamos a gritos la reconfiguración, apropiación creativa y diálogo posicionado desde nuestras necesidades e intereses para ser leídos desde nuestros sueños y saberes, atendiendo a nuestras historias y búsquedas y respondiendo a nuestras propias realidades. Más educación en derechos DDHH, DIDH y DIH.
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