Columna publicada en el Diario la Nación el 01/09/2021
Esta
pandemia ha hecho que retomemos asuntos y temas del pasado. Al repasar el
periodo de la edad media, en especial, el tránsito hacia el renacimiento, no
sólo se redescubren aquellos genios que por sus aportes transformaron la
concepción teocentrista a fin de imponer la visión del antropocentrismo (Leonardo
Davinci, Miguel Angel, Rafael Zancio, Donatello, entre otros); sino que
también, se reencuentra con aquellos personajes que marcaron el camino del
humanismo, aún vigente en esta coyuntura. Así hayan transcurrido casi 600 años.
Más en temas relacionados con la educación y los maestros que la imparten y el
futuro que le sigue a la misma. Entre los que debemos volver a retomar, ojalá
como una cátedra dentro de temas selectos de educación, está Michel de
Montaigne (1533-1592), humanista francés que efectuó su contribución a la
humanidad con sus escritos denominados “los ensayos” publicados en 1580 y titulados
por él mismo como un “libro único en el mundo, de intención rara y
extravagante” y que todavía son sorprendentemente actuales sus postulados. Llama
poderosamente la atención que en su obra esté plasmada la visión sobre lo que debería
ser la educación de la humanidad, el aporte educativo que debería realizar el maestro
y la forma como debería ser la educación de los niños (como institución de la
infancia), así como la influencia de los padres que sobre los hijos tienen (los
afectos de los padres sobre los hijos) y en la que sentencia que no solo se
trata de instruir, sino también de educar. Que no se puede hacer una educación
que esté colmada de conocimientos, pero totalmente huecas de buen juicio. Han
pasado 6 siglos y todavía parece que no avanzamos. Es pertinente indicar que,
en ese tránsito al renacimiento, fue un periodo donde el conocimiento, la
erudición y los saberes en todos los órdenes, políticos, artísticos,
científicos, literarios y sociales, surgieron como un florecimiento hasta ahora
no conocidos. Una abundancia del conocimiento que permitió al que lo tenía, una
arrogancia desmedida. En otras palabras, el renacimiento es la época en el que floreció
el saber y disminuyó la modestia. Este aspecto, es lo que cuestionó
profundamente Michel de Montaigne en sus ensayos. Sobre todo, criticó a los maestros
del saber porque no tenían la suficiente humildad, y expresó: “odio por encima
de todo, un saber pedantesco”. Aclaró los conceptos de erudición, no desde la
categoría del fortalecimiento de la ciencia, sino que ésta (la educación) debe
estar dirigida a premiar la virtud. Pero su mayor crítica, estuvo centrada en el
afán desmedido que tienen los padres de familia porque los hijos se atiborren la
cabeza de ciencia, pero olvidan que lo más importante es el juicio y la
virtud. En otras palabras, no importa si
nos ahogamos de conocimiento y de saberes, así no aprendamos que significa la prudencia.
No sabemos tomar decisiones, no aprendemos a vivir con otros; nos empalagamos
de títulos, reconocimientos y honores; pero se pierde el sentido común y no
sabemos vivir, sentenció. Con relación a los maestros, su llamado no fue menos
gigantesco. Estos siguen esforzándose en llenar la memoria a los estudiantes y
dejarlos vacíos del entendimiento y la conciencia. Desde esa época, llamó a un cambio,
y advertía lo complejo que era ello en el proceso de la educación. Importante
que todos en el Huila, retomáramos los ensayos de Montaigne, en particular los
capítulos sobre los maestros, la educación para los hijos y el rol de los
padres en la educación. Más vigente que nunca, y más en estos momentos donde
definitivamente, la educación debe dar un giro. O Más bien, los educadores.
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