Ante las expresiones y llamado de Gustavo Petro para desconocer el
gobierno de Iván Duque y elevarlo a la categoría de ilegítimo, con el argumento
de no haber ganado las elecciones, porque estas tuvieron votos comprados con
dinero del narcotráfico, por el apoyo del traquetismo de Colombia, porque el
país va hacia el matadero y, que dada la coyuntura actual, no volvamos a enviar
a los hijos al colegio, que tampoco paguemos facturas de servicios públicos y,
entonces, nos declaremos en “desobediencia civil”; no se puede aceptar. Eso es
como tirarse uno a un abismo o al vacío en la actual coyuntura en la que más
bien necesitamos unión, solidaridad y pensar en inmediato, corto y largo plazo
para sacar adelante nuestra institucionalidad y como país. Mucho menos, hacerle
caso a las reuniones privadas de Iván Cepeda donde plantea e invita a sus
seguidores a algo similar y urgente. Cómo tampoco, lo que ha solicitado el Polo
Democrático en cabeza de sus dirigentes para que se cancelen las apariciones
diarias por televisión del Presidente de la República en la que informa a
diario sobre el estado de la pandemia en nuestro país. Por lo menos, quienes
tenemos claro los criterios epistemológicos sobre las teorías y perspectivas
del Estado y del poder, los fundamentos del Estado moderno (Maquiavelo, Bodino;
Hobbes, Locke, Rousseau, Montesquieu, Moro, entre otros), así como de la
Administración Pública como disciplina (Bonnin, Gonzáles, Wilson, White..) y
sus enfoques (político, jurídico, sociológico, gestiológico, económico,
universal, mixtos) traducidos en el: Estado
en acción, organizaciones públicas, políticas públicas, procesos de gestión, bienes, servicios y
regulaciones y como dominación política; así como de la administración
pública comparada (Angloamericana, Napoleónica, Germana, Escandinava,
Latinoamericana, Postcolonial, Asia Oriental, Soviética, Islámica..), y la
administración pública no estatal y sus nuevas áreas o temas (Tics, democratización,
gestión por resultados, gestión de riesgos, innovación, administración diversa
y multicultural); ni loco que uno estuviera, procedería a seguir estas
pataletas o llamados, rebeliones o
desobediencias. Al contrario, con el temple de estadistas que pretender ser,
deberíamos promover sus propuestas claras de cómo sacar adelante el país en
esta coyuntura sí es que al presidente le quedó grande dirigir a Colombia. Pero
jamás, este tipo de acciones. Está bien que hagan oposición con argumentos
convincentes. Una democracia sana se construye desde la diferencia con unos
mínimos acuerdos. No es ni el momento ni la coyuntura. Mientras reconocidos
filósofos, sociólogos, políticos o tratadistas en el mundo entero están planteando
a partir de los impactos de la pandemia mundial para sacar adelante al Estado
(hacerlo más fuerte y más emprendedor), al gobierno, la administración pública,
organizaciones públicas, políticas públicas y a la sociedad; en nuestro país,
sucede lo contrario. Se llama es la rebelión, desobediencia civil, a que
pretendamos deslegitimar un gobierno, etc. A eso no se le debe apostar, ni ser
idiotas útiles. No porque sea borrego de un partido o ideología, sino porque la
claridad mediana de esta época, exige retos para contribuir en la construcción
del país con propuestas y acciones colectivas viables y consensuadas para el
bien de nuestra sociedad.
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