Columna publicada en el Diario la Nación el 16/03/2022
Desde la gestación de la
Constitución política de 1991y lo transcurrido en estos 30 años de mecánica
política de este país, el aprendizaje y las enseñanzas son contundentes. Es
hora de repensar nuevamente la posibilidad de menos partidos, pero
estrictamente programáticos, con más ideología, mejor organizados y debidamente
institucionalizada la financiación de campañas electorales por parte del Estado.
Al revisar los resultados electorales del pasado domingo, así lo evidencia. Los
diferentes fenómenos electorales presentados en la elección de los
congresistas, circunscripciones especiales para la paz y la consulta
presidencial, también lo ratifican. No sólo en el departamento del Huila en particular,
sino a nivel nacional. No nos digamos mentiras. Los partidos políticos son
maquinarias necesarias. Se requieren como canal para llegar al poder. Por ello,
deben ser robustos en su estructura. Sin partidos no hay democracia. El hecho
de habernos congraciado con la posibilidad de tener muchos partidos después de
1991, de alguna manera prostituyó el ejercicio político. De pasar de 2 partidos
a más de 60 en un momento determinado fue caótico. Así se haya corregido o
enmendado el asunto, no fue suficiente. Ahora están en el ruedo 16. Y con la sentencia
de la Corte constitucional que habilitó otros 3 por reivindicación de quienes
los lideraban y fueron asesinados en su momento; aún es montonera. Esto sin
traer a colación o sumar el rol de los movimientos políticos y de los
movimientos sociales. Revisemos los resultados de las elecciones del domingo.
Partidos políticos que no alcanzaron ni el umbral, nos dice mucho. Odiosa la
cifra repartidora aquí. Para llegar elegido al senado y a la cámara de
representantes, se necesita una estructura de partido. O si no que lo desmienta
Carlos Julio González Villa, Alvaro Hernán Prada, entre otros. Salvo casos
excepcionales que podemos citar. Como el del youtuber de Santander que sacó
casi 200.000 votos sin el apego a estructuras, lo cual lo convierte en un
asunto único. No es la regla general. El tema, en todo este entramado de
mecánica política, ha sido el ego de los dirigentes (cabezas) de los partidos
que por su ego han convertido los partidos como otra institución propia de la
administración de carácter patrimonialista. Se resisten a salir y no quedar en
la foto. Si bien es cierto, la política es un juego de egos, así este sea
necesario para impulsar la política, estos dirigentes han sobredimensionado
tanto el pasado como el presente. Estamos en tiempos cambiantes afortunadamente.
Nuevas fuerzas, diferentes redes políticas, ya no clanes ni hegemonías, ni
siquiera caciques. Tampoco, la posibilidad de endosar los votos o de
influenciar ni siquiera en consulta alguna. Los impactos de los escándalos permean
la credibilidad de quienes esperan ser elegidos. Cómo no entender, qué si todo
se ha tecnologizado, pues la política o la mecánica política también lo ha
hecho. Aquí en este juego entra hasta la Registraduría que se quedó corta en su
obligación de entregar resultados inmediatos y el Consejo Nacional Electoral
que actúa como un elefante en este proceso de mecánica política o de egos
políticos. También, aquí se deben superar los egos. La prioridad es comprender
que se cumple una tarea para el fortalecimiento y consolidación de una democracia.
Tenemos en evolución una nueva sociedad. Otra cultura política en formación.
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