Columna publica en el Diario la Nación el 26/11/2020
Nueve meses, es un tiempo suficiente en el que se ha incrementado la vigilancia 24/7 mediante pantallas a las personas en el mundo entero. De esa recopilación en tiempo real de información, datos, estadísticas y hasta de enfermedades, motivaciones, pasiones y comportamientos de los ciudadanos se pueden efectuar varios interrogantes: ¿Será que estamos construyendo una ciudadanía sin sentimientos?, ¿habrá mejorado la forma de enseñar?, ¿se ha enfermado la máquina o el aparato del pensamiento?, ¿es cada vez más evidente la incapacidad de autogobernarnos?, ¿el ser humano ha disminuido su capacidad proyectiva?, ¿disminuyó la fuerza para levantar el pensamiento glorioso a nivel visual y auditivo?, ¿Quién manda, quién obedece?, ¿cómo mejorar la gobernanza de la ciudadanía y democratizar el ser?, ¿todo debe militarizarse?, ¿hasta qué punto la vida es una lucha o guerra?, ¿aún falta ver lo que no se ve?, ¿el que lo ve todo, quiere ver todo?, ¿alguien habla de ver lo que no se ve?, ¿será que la clave de la democracia es estar vigilante y continuar aún más vigilado?, ¿qué tanto o parte de los datos recopilados debe tirarse a la basura?, ¿han cometido errores los países más cultos?, ¿las religiones también han causado daño con sus guerras religiosas?, ¿cómo hacer que una ciudad tenga menos crimen, disminuya el daño ambiental y sí mucho retorno en su crecimiento?, ¿cuántas y cales son las carencias de una persona y qué le falta?, ¿cuál es el caos, abandono, dolor y sensaciones que se pueden abordar?, ¿podemos o no escapar a esta vigilancia?. En fin. Los interrogantes, pueden realizarse desde diferentes puntos de vista o áreas. Estamos en una paranoia o esquizofrenia total. Esto nos hace recordar o regresar a la década en que Michel Faucoult escribió la obra “vigilar y castigar” al retomar la idea de Jeremy Bentham, sobre la estructura carcelaria a la que llamó panóptico. Estructura que tenía como fin, generar control sobre la totalidad de una superficie (cárcel) donde permitía que el guardián observara a todos los reclusos instalados en celdas individuales, sin que estos pudieran saber cuándo eran vigilados, pero se incrementaba la sensación de que eran observados durante las 24 horas, así el guardián estuviera descansando o realizando otras tareas. Así estamos hoy. Diría que peor. Ya no en un panóptico vigilado desde la torre central, pero sin en nuestras propias casas, con vigilancia extrema y desde pantallas y hasta con satélites. Es más. Con otro convencimiento. Que el gobierno no solo nos está vigilando, sino que entró también a la casa-panóptico para modelar totalmente nuestra vida. ¿Dónde quedaron las bases o fundamentos de los principios de intimidad y libertad?. Ya no tenemos la capacidad de decidir: ni qué es bueno ni malo. ¿Podremos escapar?, ¿cómo?, ¿a dónde?, ¿cuándo?. Se acabó el tiempo o penas comienza la pesadilla.