Columna publicada el 29/11/2022
Lo logramos. Se pudo llegar al final del año escolar con grandes esfuerzos (protocolos, restricciones, problemáticas de salud mental, entre otros), luego del retorno a la presencialidad truncada por la pandemia mundial (convid-19) que nos enclaustró por un largo periodo de tiempo con las consecuencias ya conocidas. En ello, contribuyeron los maestros de este país, a pesar de las dificultades y sufrimientos soportados a nivel personal, familiar e institucional. Llegó la hora de efectuar todos los reconocimientos a quienes son maestros en nuestro país. Así como se exaltó y se sigue reconociendo la labor de los médicos por la tarea titánica cumplida en plena pandemia, lo es también el momento propicio para efectuar un merecido reconocimiento de gratitud a los maestros por su profesionalismo y actividad docente cumplida en la formación de nuestros hijos en esta época de adversidades. Cómo no reconocer la experiencia, práctica y saber pedagógico puesto en escena con mayor protagonismo durante este año. También, las estrategias implementadas para la transformación de la práctica pedagógica (teórico-prácticas reflexivas, transformadoras y de empoderamiento) en el aula y en favor del estudiantado. El hecho de haber enfrentado los diferentes problemas de cada estudiante, servir de mediador y haber contribuido con la solución pertinente, lo ubican como protagonista del proceso de enseñanza y aprendizaje. Cómo no entender que su actuación, autoregulación, reflexión crítica y construcción para su práctica de planeación de clases, trabajo en equipo, diseño de material didáctico, solución de dificultades en el aula no los puso en el lugar de un artesano, sino de un profesional altamente cualificado. Es decir, su actividad docente estuvo mediada por conocimientos, visiones, actitudes, métodos, interacciones con el entorno y les permitió fomentar hasta la inclusión en estos tiempos difíciles. Por algo, no se pueden alejar de ninguna manera de lo que en un tiempo marcó gran incidencia con relación al autodenominado movimiento pedagógico, del cual aún persisten algunos quijotes que lo impulsaron en su momento. Definitivamente el sentido de ser maestro, las huellas dejadas, sus voces, pasiones, sistematizaciones, vivencias positivas y negativas, dentro y fuera del aula; todas ellas quedaron alojadas en el corazón de los estudiantes. Por todo esto, es importante exaltar su gran labor, reconocer y motivar su accionar para que sigan con firmeza más vigentes que nunca en su ser. Que no desfallezcan ni un instante. Además, comprender que un maestro no deja de ayudar en la superación de los bloqueos que tienen nuestros estudiantes, cambia mentes, asume amorosamente a los niños, depura contenidos de la escuela, acompaña a los padres de familia, vive la escuela como su máximo reto y meta de cambio y contribuye en la innovación y transformación de la educación como su máximo propósito. Un docente actúa con gozo y esperanza, pues la escuela es su escenario de formación para todos los niños que el presente y futuro de la otra Colombia posible. Los sueños de los docentes constituyen las bases del fortalecimiento de la escuela. Por ello, su apuesta siempre arriesgada en asumir con pasión y amor esta profesión. Como padre de familia un inmenso reconocimiento. Formar parte de la comunidad de maestros, ha sido un gran honor. Pero, sobre todo, modificar la percepción negativa que tenía de un maestro, mi mayor aprendizaje. Viva la profesión docente. Arriba los maestros. Infinita gratitud.