Con los hechos conocidos a través de los medios de
comunicación sobre corrupción en todas las esferas del Estado, ahora en
particular, en la máxima instancia de la jurisdicción ordinara (corte suprema
de justicia); los colombianos nos sentimos en una encrucijada sin salida. Diríamos:
“en un caos, sin esperanza de una verdadera justicia”. Ello, por el penoso y
mal ejemplo dado por algunos de los que administran justicia, sumado a la
maldita anti-proeza del fiscal anticorrupción y de otros cientos, porque no miles
de cosas ocurridas a lo largo de estos años en el país. Ya los colombianos no encontramos
explicaciones válidas a estos sucesos que justifiquen su accionar contrario a
la moral, ética, buenas costumbres, valores y ley. Tal vez los que estudiamos
derecho, tenemos un poco de instrucción sobre quienes en la historia de
Colombia fueron magistrados excelsos en su actuar, la mejor corte suprema, los
mejores abogados, el significado de ser Juez, tanto, que era una obligación en los
años 80 y comienzos de los 90, la lectura titulada el “alma de la toga” para
interiorizar el fin de nuestra profesión. En ese proceso de formación en
derecho, constituyó un ejemplo, el actuar de magistrados que integraron la
primera tanda de togados de la corte constitucional una vez producida la
Constitución de 1991. También, la brillante jurisprudencia adoptada en su
oportunidad por la misma. Pero todo fue cambiando. Bueno, es una percepción.
Quizás siempre ha existido ese nivel de corrupción. Sin embargo, por las
herramientas tecnológicas de la actualidad, se ha puesto al descubierto con
mayor facilidad y rapidez sus perversas maniobras. ¿Cuántos casos dirimidos en
altas cortes y despachos judiciales no se habrán negociado?. Sinceramente la
desmotivación y desesperanza crece. Pero algo tiene que hacerse. No basta con
sólo plantones, escándalos, posibles reformas constitucionales a medias y otras
acciones que no servirán para nada. Desde luego que es necesario que la
población se levante, se active y se movilice en torno al tema. Es la
oportunidad para un gran pacto nacional por la justicia para que se realice y
se produzca una reforma judicial de una vez por todas en Colombia. No es la que
ha propuesto o insinuado el gobierno a través del ministro de justicia, tampoco
los pañitos de agua tibia que pretende la corporación excelencia por la
justicia, mucho menos proyectos de reforma aislados de uno y otro sector. Es la
sumatoria de todas las anteriores y que tenga todo el apoyo ciudadano. Sería
una vergüenza nacional no aprovechar esta oportunidad para hacer un gran
revolcón. Revolcón lejos de intereses politiqueros. Pero como están las cosas
es difícil. El actual gobierno está de salida, congresistas en campaña, y altos
togados, completamente atornillados. “¿Una constituyente?”.
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