Quien no ha escuchado o pronunciado lamentos o murmullos relacionados
con la falta de criterio, personalidad, carácter, incluso, de identidad, no
sólo de nuestra juventud, sino de los individuos en sí. Coadyuvamos con algunos
de estos cuestionamientos: No sabemos quiénes somos, ni qué deseamos, pero,
miramos continuamente lo que otros hacen y los copiamos. Deseamos lo que otros
desean. Se sufre por lo que no tenemos y, lo que tenemos, no lo agradecemos. Para
comprender el contexto de estas inquietudes, es fundamental apropiarnos de los
planteamientos de René Girard, a través de su teoría del deseo mimético- ese
deseo imitado que nunca es verdaderamente espontáneo-. Fue profesor de
Literatura y Antropología en las universidades de Buffalo, John Hopkins,
Stanford y, miembro de la Academia Francesa en el 2005. Sustentó que el deseo
es algo más que la simple línea recta tradicional que conecta un sujeto (que
desea) –el Yo– con un objeto (deseado), otra cosa. También, que existe una
dimensión más que provoca un grado mayor de complejidad: la presencia de un tercero,
del modelo que imitamos. De aquí que el hombre es entendido como un sujeto
imitador y, está poseído por los deseos que los demás tienen. Los hombres se
imitan más que los animales. Esto causa conflictos, dada la competencia que se
presenta. Lo que otro quiere es lo que yo quiero y, por lo tanto, me voy
contagiando así de deseos. Los seres humanos crean y recrean un apego hacia a lo
irreal. Es más seductor o atractivo lo irreal que lo real. Entre más irreal,
mejor. Lo más perseguido es la promesa de un mundo distinto. Incluso, es tal la
transformación, que nos hemos apegado a la cultura del error, a la obsesión por
la belleza y, a la alteración radical del cuerpo. La mentira es lo aceptable en
estos tiempos. Mientras más falso o falaz, más nos interesa. Nos gusta la
mentira, y nos satisface el engaño. Cada
vez estamos más extraviados, descentrados; punto que es conocido como la
trascendencia desviada. Con todas estas
situaciones, vamos negando nuestra realidad y nos vamos aislando mucho más. Bajo
ese aislamiento, se está viviendo más que nunca aquella frase: divide y
vencerás. Este aislamiento nos lleva a quedar poseídos por la mentira y el engaño
y en una destrucción compartida. Ocurrido lo anterior, nos enfrentamos a lo que
se conoce como la enfermedad ontológica, que no es más que la insatisfacción
del deseo. Es decir, la lucha entre la imitación y la no imitación. Estamos metidos en un no a la verdad, no a la
vida, no a la realidad que constituye la estructura de la violencia
contemporánea. Estamos ante la inminencia de la destrucción total de los unos
con los otros. ¡A gritos, se requiere una cátedra Girard!.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario