Recientemente un gobernador, quién por estar envuelto en
investigaciones penales, disciplinarias y fiscales expresó en un programa de
televisión que: el ejercicio de la política y de cargos públicos en la
actualidad, es equivalente a ejercer una “profesión peligro”. Preocupante, por
no decir espeluznante esta afirmación. No sólo para el grupo de gobernadores,
sino para todos los mandatarios locales y, en general, para los gerentes y
servidores públicos del país, para no abarcar a toda la sociedad. Ya lo habían
advertido en el encuentro de alcaldes que se efectuó en Neiva a comienzos de
diciembre del año pasado, cuando se tocó el caso de la gobernadora del Putumayo
y del Alcalde de Mocoa, por citar sólo un ejemplo. Además, del inri con el que
cargan al considerárseles corruptos por el sólo hecho de ejercer. Sin embargo,
eso no lo piensan cuando se empeñan en llegar a dichos cargos y, menos cuando los
están desempeñando. Solo, cuando ya
están hasta el cuello con las investigaciones correspondientes. Cuando se ha
destapado todo y, la familia en cintura o bajo el cuestionamiento social. En
esa instancia, sus lágrimas de cocodrilo ya no producen ni lástima por todas
las barrabasadas cometidas. Aquí es donde surge o sale a flote la reflexión
sobre la importancia del estudio de la Administración Pública como ciencia, su
objeto, configuración, perspectivas, historia, elementos, principios,
comparación con otros modelos y enfoques (Marxismo, Weber, entre otros),
incluso, con las transformaciones (reformas administrativas) surtidas y que han
dado paso a la gerencia y nueva gestión pública. Es una lástima que un
personaje de estos, no tenga apropiado lo que significa el “pensamiento
administrativo público”, sus principales teóricos tanto extranjeros como
colombianos, que han abordado este saber para un referente y faro en su gestión.
Pero qué, si ni siquiera les ha interesado acercarse a la ESAP, para
mínimamente hacer un posgrado allí o Maestría que les ayude a profundizar sobre
la misma. Ni siquiera hacen de manera juiciosa la inducción que esta les
programa. Y mucho menos, han permitido que los administradores públicos que
trabajan en sus instancias, den su verdadero potencial. No en vano, el alto
número de estos funcionarios investigados, destituidos e inhabilitados a la
fecha. Claro, por eso catalogan el ejercicio de la política y el desempeño en
la administración pública como la “profesión peligro”. Y debe ser así, porque
tiene variados controles y auditorías. Pero lo es, porque atienden los asuntos
públicos como si fuera una tienda o una finca de su propiedad, y se les olvida que
deben dar cuentas públicas y crear valor agregado a todos. Eso es lo que
molesta profundamente. Menos mal que en la actualidad, el control social a la
gestión pública ha puesto su granito de arena. Viva la Administración pública.
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