Ahora cuando nos disponemos a repensar el país, bajo el eslogan “el
futuro es de todos” y, que debe traducirse con los talleres democráticos en el nuevo
Plan Nacional de Desarrollo 2019-2022; tenemos la oportunidad más valiosa de
aportar nuestro granito de arena en su construcción colectiva. Teniendo en
cuenta todas las herramientas tecnológicas y de redes sociales que están a
nuestro alcance, el no hacerlo (participar), nos dejaría en la condición de
convidados de piedra. Peor, si nos ponemos a esperar que nos inviten, o a mirar
qué nos dejan, lo cual nos dejaría en el rol de mendigos. Eso nunca. Estamos es
en la obligación de efectuar nuestro aporte a esa visión de municipio,
departamento y país, para que quede incorporado algo de lo que soñamos de una
nueva Colombia, y que lo logren disfrutar, al menos, un poco en mejores
condiciones nuestros hijos. Este proceso de prospectiva que se inicia, debe
servir para que todo ese resentimiento, indignación y vergüenza que sentimos
por los hechos que nos han aquejado y arropado con tanto dolor en esta patria
querida, cedan y den paso a la reconstrucción de una nación basada en la
confianza sincera y efectiva entre todos los ciudadanos y los gobernantes. Confianza
que esté mediada o que exige una revolución moral donde asumamos una actitud
positiva frente a la ética, cultura de la legalidad, transparencia y ruptura
contra la corrupción. Ello será posible, pero depende de nosotros. Se requiere
repensar, incluso, nuestro entorno. Uno que sea más favorable, basado en la
legitimidad, competencia y efectividad. Es decir, un entorno con confianza.
Tarea poco fácil. Pues en el foro realizado sobre los 60 años de la función
pública colombiana (el estado del Estado), se advirtió que Colombia es un
Estado mediano, débil, aún en construcción. Y en esta condición, los caciques
se empotraron en los municipios; fluyó el clientelismo; se debilitaron los
partidos; los alcaldes, gobernadores y senadores se volvieron multimillonarios;
las élites regionales se apoderaron del poder; las administraciones locales se
volvieron presas o botines para unos pocos; la justicia se delegó a la
ilegalidad; el gobierno perdió el control territorial y debilitó su poder y
control. No obstante, bajo la confianza sincera, se puede fortalecer el rol de
la sociedad civil, un poder ciudadano en acción, una población con ejercicio de
influencia, una ciudadanía viva y que haga vibrar sus redes con el control
social efectivo, más pensante y, mucho más relacionada con la administración
pública. Pero también, se reflexionó, que tenemos un Estado menos ambicioso,
pero más ajustado y con espacios para la iniciativa privada y donde el
emprendimiento permita desarrollarse. Si fuimos capaces de superar distintas
etapas adversas en nuestra historia, podemos centrarnos en la construcción de
una nueva, en los cimientos de la confianza sincera.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario