Los testimonios conmovedores de los liberados, fugados y rescatados de las manos de los grupos armados al margen de la ley durante este gobierno, las explicaciones de cómo lograron soportar tanto tiempo en la selva en condiciones humillantes, infrahumanas y difíciles, al igual que los interrogantes surgidos: ¿Cómo resistieron?, ¿Cómo conservaron las ganas de vivir?, ¿Porqué no perdieron las ilusiones y las esperanzas?, ¿Qué tanto influían los sentimientos frente a la razón o viceversa?, etc.; necesariamente, nos lleva a entender el término que viene tomando fuerza en nuestro vocabulario como es “la resiliencia”.
Este vocablo procede del verbo en latín, resiliere, que significa rebotar, volver a entrar saltando, saltar hacia arriba, apartarse o desviarse. Fue adoptado inicialmente por la física, concretamente por la mecánica, para referirse a aquellos materiales que tienen la virtud de recuperar su forma original después de haber sido sometidos a grandes presiones deformadoras.
Desde 1999, la resiliencia comenzó a considerarse como un proceso dinámico dentro del cual ambiente y sujeto o familia, se influyen mutuamente en una relación recíproca que permite a uno y a otra adaptarse y funcionar apropiadamente, gracias precisamente a la presencia de la adversidad.
Actualmente se afirma que la respuesta resiliente no surge automáticamente si no que la persona la va entretejiendo a partir de la conservación de su identidad, sus sentimientos, sus valores y sus sueños.
Para considerar una conducta como resiliente, las dificultades son el motor. Al superarlas, deben estar libres de manifestaciones de disfuncionalidad, desajuste emocional o físico, equivalente a lo que dentro de su cultura se considera como normal y satisfactorio y, la posibilidad de identificar los procesos de interacción dinámica entre los aspectos familiares, fisiológicos, afectivos, sociales, económicos, culturales y de historia de vida que influyen en que la persona o la familia en cuestión, logren consistente y progresivamente un apropiado nivel de desarrollo y articulación. Solo bajo estas condiciones, puede aceptarse que un ser humano haya logrado superar realmente una adversidad y salir fortalecido de ella.
La resiliencia, se reconoce cuando el individuo se expresa y sus afirmaciones evidencian el apoyo que cree que puede recibir, fortalezas intra-psíquicas y las habilidades para relacionarse y resolver sus problemas.
La Perspicacia, Autonomía, Interrelación, Creatividad, Iniciativa, Humor y Ética constituyen los pilares que la sustentan. Las personas y familias resilientes suelen manifestarlas todas o algunas; y constituyen su “marca especial” que distingue la capacidad como le hacen frente a las dificultades para superarlas. “Lo imposible hace lo posible”: por fin libres ¡Gracias Todopoderoso!
Este vocablo procede del verbo en latín, resiliere, que significa rebotar, volver a entrar saltando, saltar hacia arriba, apartarse o desviarse. Fue adoptado inicialmente por la física, concretamente por la mecánica, para referirse a aquellos materiales que tienen la virtud de recuperar su forma original después de haber sido sometidos a grandes presiones deformadoras.
Desde 1999, la resiliencia comenzó a considerarse como un proceso dinámico dentro del cual ambiente y sujeto o familia, se influyen mutuamente en una relación recíproca que permite a uno y a otra adaptarse y funcionar apropiadamente, gracias precisamente a la presencia de la adversidad.
Actualmente se afirma que la respuesta resiliente no surge automáticamente si no que la persona la va entretejiendo a partir de la conservación de su identidad, sus sentimientos, sus valores y sus sueños.
Para considerar una conducta como resiliente, las dificultades son el motor. Al superarlas, deben estar libres de manifestaciones de disfuncionalidad, desajuste emocional o físico, equivalente a lo que dentro de su cultura se considera como normal y satisfactorio y, la posibilidad de identificar los procesos de interacción dinámica entre los aspectos familiares, fisiológicos, afectivos, sociales, económicos, culturales y de historia de vida que influyen en que la persona o la familia en cuestión, logren consistente y progresivamente un apropiado nivel de desarrollo y articulación. Solo bajo estas condiciones, puede aceptarse que un ser humano haya logrado superar realmente una adversidad y salir fortalecido de ella.
La resiliencia, se reconoce cuando el individuo se expresa y sus afirmaciones evidencian el apoyo que cree que puede recibir, fortalezas intra-psíquicas y las habilidades para relacionarse y resolver sus problemas.
La Perspicacia, Autonomía, Interrelación, Creatividad, Iniciativa, Humor y Ética constituyen los pilares que la sustentan. Las personas y familias resilientes suelen manifestarlas todas o algunas; y constituyen su “marca especial” que distingue la capacidad como le hacen frente a las dificultades para superarlas. “Lo imposible hace lo posible”: por fin libres ¡Gracias Todopoderoso!
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