Las emociones no expresadas, reprimidas y sin procesar enferman a las personas y constituyen la resistencia del cuerpo emocional y mental al alma. El alma evoluciona, aprende y no se complica porque es lo único perfecto que tenemos. Cuando nuestra personalidad se resiste al designio del alma es cuando enfermamos. Entre las emociones perjudiciales, tenemos: Temor (ausencia de amor), cuando se queda congelado puede llegar a convertirse en pánico. Ira, si se torna irritabilidad, agresividad, resentimiento, odio, puede afectar hasta el sistema inmunológico. Tristeza, puede llevarnos a la depresión si nos dejamos gobernar y no la expresamos. Ansiedad, es un vacío existencial que surge cuando buscamos fuera acontecimientos y apoyos externos e intentamos llenarlo con cosas y posesiones y al no lograrlo, aumenta. Angustia, se presenta en esa lucha del debería ser (no somos lo que queremos ser, pero tampoco lo que somos y no somos ni lo uno ni lo otro). Estrés, aparece con la competitividad, búsqueda de la perfección, ser el mejor, querer impresionar e imitar a otros colocando en riesgo nuestra autenticidad.
Las emociones negativas debemos aceptarlas y canalizarlas (con la meditación) para que no se estanquen, puedan fluir y se transformen. Como somos creadores de muchas cosas, podemos “crear salud” a través del amor, la alegría y la felicidad.
Todo lo que existe es amor por exceso o defecto, constructivo, destructivo, tóxico, aferrado o sobreprotector. Amor es una fuerza renovadora que crea cohesión, restaura la armonía, revive, ordena y no da lugar a usurpación, desplazamiento, miedo o resentimiento. Su esencia fundamental es la libertad y siempre conduce a ella y, se alcanza solamente con la verdad.
La alegría suaviza, representa la inocencia, es sanadora. Un poquito de alegría con tristeza escribe poemas, con miedo nos lo contextualiza para no darle importancia, nos pone en contacto con el corazón y le da un sentido ascendente y lo canaliza para que todo llegue al mundo de la mente.
La felicidad es la esencia de la vida e integridad, no es placer. Es la realización y nos deja sentir que vivimos la realidad y, vivir en realidad es salir del mundo de la confusión. Con nuestra autoconfianza-conocimiento, si nos encomendamos transpersonalmente a un nivel que trascienda el pequeño yo o el pequeño ego y tenemos un sentido que va más allá de la vida cotidiana, no la aplazamos, no nos desplazamos, estamos en paz y a salvo con la existencia y conciencia y nos consagramos al ser, podemos ser felices.
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