Todo el despliegue de eventos, discursos y visita del Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon con motivo de la aprobación y sanción de la Ley para reparar a víctimas del conflicto y restitución de tierras a campesinos desplazados nos conduce al “inicio del fin de la oscuridad”. Tenía mis reparos al proyecto de Ley, especialmente, en cuanto a la aceptación pública de la existencia de un conflicto armado en Colombia, puesto que a la luz de las normas de Derecho Internacional Humanitario, esto tiene unos requisitos y connotaciones bien complejas.
No obstante, quienes nos hemos dedicado toda nuestra vida a procesos de educación entendemos que esta es la columna vertebral para cambiar nuestro rumbo hacia un Estado más igualitario y justo, razón por la que debemos dar el paso para superar rencores y perdonar como primer punto de partida hacia la reconciliación y, esto implica poner todas las cartas sobre la mesa (sin tener agendas ocultas). Desde luego, que en este recorrido, esté mediado por la voluntad de un Estado que tiene y dispone de las herramientas necesarias para contribuir también en esa reconciliación y, mitigar, así sea simbólicamente en algo, todo ese dolor y sacrificio que nos ha tocado.
Para ejemplarizar, en el sur del Tolima, hace 14 años el papá de mis hermanos, un campesino trabajador, quién me enseñó a trabajar con arranque y disciplina en ese trabajo material del campo, un día fue sacado del patio de la finca y asesinado miserablemente a tan sólo unos metros delante de la familia, dejando huérfanos entre ellos a una bebe de un mes de nacida, con el argumento de ser sapo de los paramilitares y con el mensaje de que si se le hacía la necropsia, las consecuencias serían mayores.
En ese instante, obligadamente denuncié su fallecimiento en la Registraduría como muerte natural, cuando en realidad lo teníamos a tan sólo una cuadra (en la Iglesia) lleno de 6 impactos de bala. No se hizo ni investigación penal. Unos días después, al hermano lo sacaron del centro del poblado municipal, lo asesinaron y lo tiraron al rió, dizque porque se les pareció a alguien. Por eso, conocedor de esta tragedia, como la mayoría de colombianos, entiendo y acepto esta Ley como una verdadera esperanza.
Columna publicada en el Diario la Nacion
Columna publicada en el Diario la Nacion
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