Culminó la espera, expectativa y ansiedad para quiénes estábamos atentos en saber cómo se haría y sería la reforma al Estado en virtud de las facultades otorgadas al Presidente por el Congreso mediante Ley 1444/11. Pero al mismo tiempo, comenzó el calvario para los servidores públicos que quedan por fuera ya que las nuevas entidades exigirán un perfil mucho más especializado y técnico, así se haya expresado que no habrá masacre laboral. Pero también, el reto para quiénes logren quedar en no ser inferiores a la misión y visión de estas verdaderas nuevas organizaciones.
No en vano el Presidente expresó incansablemente que necesitábamos un Estado más “eficiente, eficaz, transparente y que rinda cuentas a los ciudadanos, constituyendo estos los parámetros en las que “visualizó y diseñó la reforma”. No creo que a estas entidades lleguen la totalidad de los mismos servidores públicos de las entidades que desaparecieron o se les modificó su naturaleza jurídica porque éstas exigen un servidor público mucho más líder, preparado y que responda a las metas de alto impacto que se piden a gritos. Comparto totalmente que las instituciones reformadas y que aún persisten desde las reformas de 1936, 1957, 1968 y 1991, debían darles un campanazo de modernidad propia de esta época de la sociedad de la información y donde la burocracia (en términos de Max Weber) se despierte y entienda que ya no es conservar el puesto por los derechos que aparentemente adquieren, sino por la formación y los resultados en los cuales de solución a las exigencias de esta sociedad también mucho más conocedora del rol del Estado y de sus derechos.
Al revisar cada uno de los Decretos que suprimen, crean o modifica la naturaleza jurídica de estas entidades, verdaderamente no se apeló al argumento de los gobiernos de turno para intentar reformas como era la disminución de gastos de funcionamiento (se crearon más cargos), austeridad fiscal (nómina aumentará) o para responder a una transformación constitucional (no se reformó la Constitución para ello).
Los nuevos Alcaldes y Gobernadores les tocará hacer lo propio con sus equipos de trabajo y estructuras locales. Debemos estudiar y analizar las entidades creadas o modificadas urgentemente, pues la rama ejecutiva quedó como un árbol de navidad, con la excusa de la necesidad de transitar por “el buen gobierno”.
Columna publicada hoy en el Diario la Nación
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