Martes, 24 Diciembre 2013 05:05
Culminaba mi cuarto año de derecho cuando asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado (2/11/95) y por fin empezó a entenderse con más ahínco sus ideas en cuanto a que lo que debíamos cambiar era el “régimen” y “ponernos de acuerdo sobre lo fundamental”, pero lamentablemente no hemos hecho nada. Desde esta fecha, he tratado de comprender las lecciones que me daba mi abuelo analfabeta (de ideas liberales) a finales de los 70 y parte de la década de los 80 al explicarme que Álvaro Gómez hubiese podido ser un buen, o quizás, el mejor Presidente de Colombia por su pensamiento (precisamente de cambiar el régimen y volver a lo fundamental), pero que por la sombra que le había dejado su padre (ex presidente entre 1950-1953) jamás llegaría a ser primer mandatario de los colombianos.
Evoco esta gran enseñanza, dadas las circunstancias que actualmente estamos viviendo en Colombia y que definitivamente nos hace, no sólo pensar, sino actuar, para ver de qué manera cambiamos este régimen que nos está agobiando y conduciendo a un túnel sin salida y regresar al sendero, o mejor, orientarnos para buscar y ponernos de acuerdo sobre lo fundamental, lo que verdaderamente nos pacifique hasta en nuestras familias. Esta sin salida de la Contralora con el Fiscal, del Procurador con lo de Petro, del Fiscal con el Procurador, la encrucijada del Presidente ante lo de Petro, la acción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ante el caso de Petro, la actuación o no o choque de trenes de las altas cortes, los carruseles (de contratación y reelección), la pérdida de territorio con Nicaragua, enfrentamiento entre miembros de los partidos, congresistas desprestigiados, fabricación de leyes a diestra y siniestra para responder a exigencias internacionales, movilización ciudadana cada vez en aumento por inconformismo ante la solución de sus necesidades (campesinos, maestros, estudiantes, indígenas y hasta políticos), proceso de negociación de paz que aún no convence a la mayoría de los colombianos, carencia de verdaderos liderazgos y afianzamiento de los delfinazgos, etc., etc. Es decir, ¿Cuál prosperidad democrática para el país, cuando al parecer sólo ha estado pegada o justificada en la repartición de puestos?
Necesitamos cambiar esta realidad y promover un acuerdo fundamental en la que los colombianos tengamos unos propósitos superiores de justicia social y desarrollo económico. Pido esta reflexión a gritos como regalo de Navidad.