La semana anterior se llevó a
cabo un importante foro internacional sobre corrupción en Bogotá durante dos
días con la presencia y participación directa, incluso, del Presidente de la
República, Contralor, Fiscal, Procurador y otras personalidades de Colombia y
del Exterior. Se excusaron, por supuesto, los principales dirigentes del Huila.
Allí, se pudo tener una percepción sobre este fenómeno o cáncer que carcome y
tiene en metástasis a nuestro país por encima de otros poderosos males que no
permiten el desarrollo y progreso que perseguimos. La corrupción es una
enfermedad y un fenómeno que sufrimos todos los individuos de acuerdo a nuestras
propias características y no responde simplemente a la categorización o
descripción en particular de un individuo.
Hablamos o repetimos, por la influencia de los medios de comunicación, que
un individuo tiene justamente una serie de características casi que
genealógicas o genéticas que lo identifican frente a otros por tener la costumbre
de robar el erario público. Pero ello es falso. Sucede todo lo contrario. Todos
los seres humanos, desafortunadamente, tendemos hacia la corrupción. Lo que ocurre
es que nos escudamos en posiciones o fundamentos absolutamente hipócritas y en autoengaños
tontos y estúpidos para poder justificar situaciones que no existen. Todos
somos corruptos, por los siguientes factores: 1.- El interés personal que perseguimos en todo lo
que hacemos. 2.- La búsqueda y obtención de un beneficio extra-posicional cuando
ejercemos una actividad y, 3.- El abuso de poder cuando lo logramos detentar o
imponer. Sobre estos tres pilares, desafortunadamente, gira nuestra sociedad. En
primer lugar, ¿qué hace que un ser humano o individuo actué?, ¿cuál es su
interés para proceder?, además, ¿será por un interés altruista, comunitario o
de cualquier otra naturaleza?. Desafortunadamente no. La mayoría de los
individuos en la sociedad actúan por un interés personal. Nuestros parámetros
de conducta siempre están enfocados o predeterminados hacia la obtención de
beneficios de la manera más fácil y sencilla como sea posible. Y, todos
nosotros, lamentablemente somos unos pequeños abusadores de poder desde la
infancia y en diferentes contextos (familia, amigos, organización, etc.). No
importa si estamos en la posibilidad de ostentar un poder mínimo, pequeño o
grande. Somos unos hipócritas frente a la corrupción. El corrupto no es un
extraterrestre, puede ser cualquiera de nosotros. La corrupción, responde a un
impulso humano que no podemos eliminar. Lo que sí podemos es reducirlo,
evitando caer en estas tentaciones y prácticas nefastas para la sociedad. La
mejor forma de luchar definitivamente contra la corrupción es absteniéndonos de
tener que actuar en determinados casos calificados como corruptos. Impulsando,
una educación basada en el ejemplo y con un alto compromiso de cambio
fundamentado en principios y valores. Lo contrario, es favorecer la corrupción.
La sociedad no debe renunciar a la movilización contra todas esas prácticas de
los corruptos.
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