En las circunstancias que nos encontramos en el
país, con problemas económicos, sociales, culturales, políticos, éticos, morales
hasta el cuello, que nos tienen aparentemente en un callejón sin salida; vale
la pena traer a colación y volver a la reflexión sobre los planteamientos de
Edgar Morin en su escrito: “la cabeza
bien puesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento”. La verdad,
estoy desesperado como colombiano de la incoherencia o inconciencia de nuestra clase
dirigente. No es posible, que sigamos discutiendo sobre estupideces a estas
alturas del auge de la 4ª revolución (de las TICS). No me aguanto esas
discusiones o insultos de unos que se creen con la verdad absoluta y de otros
que creen tenerla dentro de un Estado que se jacta de estar en la democracia
más antigua de América Latina. ¿Cuál democracia?. ¿Acaso tenemos una verdadera democracia?.
Ese espectáculo que se da en el congreso, es lo que más contribuye en la
desesperación colectiva e, incluso, en la negatividad del ánimo o de las
emociones, al percibirse que todo está perdido. Nada que desaparece el mito de
la caverna. Pareciera que estuvieran encarnizados los unos con los otros. Y
esto se replica por doquier. No sólo en ese preciado recinto del Congreso de la
República. De ahí para abajo no hay excepción. Si los que están en el poder
político no dan el primer paso, que esperamos los idiotas útiles que lo
secundan. Personalmente me siento aturdido. Ya estoy en el límite. Esto lo
afirmo porque la corrupción hizo metástasis, la desigualdad sigue en aumento,
la pobreza no da tregua en este país, la violación de derechos humanos ni qué
decir, la falta de oportunidades es el pan de cada día, la discriminación cada
vez aumenta las brechas, la violencia en todas sus manifestaciones se evidencia
aún más, los estragos de la naturaleza muestran su verdadero poder, los malos
gobiernos locales son la perversión, los abusos de poder son mayúsculos y con
otros rostros, la injusticia no reina sino que campea, y sí continúo la enunciación; no terminaría. Estamos
presenciando un revolcón en lo social, parecido al que hace una estampida de
una avalancha. Con sinceridad, da miedo. Tenemos que poner un freno urgente. Un verdadero S.O.S. necesitamos. Pareciera que
no entendimos oportunamente la teoría de sistemas, ni mucho menos la del caos, como
tampoco la de la complejidad. Y lo peor, es que en esta época no vamos a
entender la era de incertidumbre (incertidumbre histórica e incertidumbre
cognitiva). Si nuestros políticos y dirigentes no se entrenaron en lo que
significó la conciencia, mucho menos están preparados ahora en la actualidad para
crear nuevas preguntas, impulsar cambios paradigmáticos y para saber pensar. Me
gustó el llamado que hiciera Jorge Enrique Robledo: “Debemos desarmar los espíritus”. Vuelve y juega aquí la invitación
que entregaron hace un par de décadas la comisión de sabios para “repensar
todos juntos una nueva Colombia”. Urgente dar ese paso. Ya no sigamos reculando,
ni matándonos los unos con los otros. Demos
el paso para construir una verdadera nación próspera. Quiero ser parte de ella.
Abracemos el perdón. Pensemos dentro de la ecología de saberes. Con una
verdadera estrategia y objetivos para producir buenos pensamientos con una
apropiada inteligencia emocional y multifocal hacia una inmensa propuesta: un
país con una paz estable y duradera. No quiero seguir remando como docente en
un mar más que muerto, ni en un cementerio con estudiantes alienados.
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