El abordaje de las debilidades, hitos, retos y potencialidades de las relaciones internacionales constituyen un imperativo para la construcción de una política pública exterior en este comienzo de gobierno y segunda década del Siglo XXI.
¿Qué política exterior formular y ejecutar?, ¿Qué principios deben regirla? ¿Qué papel debe jugar el gobierno, ramas del poder público y la sociedad civil en su construcción? ¿Cómo pasar de la concentración y el bilateralismo al uni¬versalismo?, ¿cómo insertarnos en el proceso de globalización sin empobrecernos?. Cada vez es más complejo las profundas transformaciones (políticas, culturales, tecnológicas y económicas) y sus componentes, más diversos, lo que ha desbordado los límites y capacidades del Estado, incluso en el manejo de las relaciones internacionales.
La concentración en Estados Unidos, pérdida de presencia y liderazgo en instituciones multilaterales, clientelización y politización del servicio exterior, elitismo y se¬creto en la toma de decisiones en esta materia, dependencia del talante político-ideológico de los gobiernos de turno, prevalencia del monolingüísmo, medios de comunicación parcializados en cuanto a las noticias globales y el poco interés de legisladores en la comisión segunda del Congreso; constituyen algunas debilidades que impiden construir una po¬lítica internacional adecuada.
Necesitamos participar en una sociedad más cosmopolita e internacionalizada donde la diplomacia esté sujeta a los derechos humanos, diversidad biológica, aprovechamiento de las migraciones internacionales, mayor coordinación entre donantes y beneficiarios, integración con el mundo entero, buscando oportuni¬dades en ciencia y tecnología y, por su puesto, afianzados en la estabilidad macroeconómica de estos años.
Implica entonces, una política exterior fundada en principios pacifistas, universalistas, de cooperación internacional y confianza entre Estados, sometidos irrestrictamente a la institucionalidad multilateral y desarrollo humano y, lo enunciado en nuestra Constitución para proteger los inte¬reses Estatales en su conjunto, los cuales deben ser los intereses de una sociedad justa, diversa y democrática, a fin de insertarnos de manera pacífica y creativa en el sistema internacional complejo y cambiante de este nuevo siglo y milenio.
Esta política pública debe guiarse por valores y principios tales como: el apego irrestricto al derecho internacional, prevalencia de relaciones de amistad y respeto mutuo, relaciones con variadas regiones y naciones del planeta, mayor dinamismo y liderazgo en las instituciones multilaterales, más cooperación, privilegiando la diversidad, con un Ministerio profesionalizado y técnico al servicio diplomático y consular, con mayores índices de coherencia y coordinación inter-agencial en materia de las políticas internacionales y con procesos de toma de decisiones en política exterior realizados a través de amplios, estables e institucionalizados mecanismos de la democracia participativa.
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