Columna publicada en el Diario la Nación el 08/12/2021
El
viernes pasado culminaron las actividades académicas de las diferentes
instituciones educativas del país. En otros términos, inició el periodo de
vacaciones. Indiscutiblemente, cuando se hace referencia a los docentes del
magisterio, para un importante sector de la ciudadanía, las críticas negativas
arrecian. Esta percepción, para desmentirla o corroborarla, requiere un
ejercicio de análisis organizacional aplicado, además de una inmersión en el
estamento docente para su comprensión. En casi 30 años de trabajo en educación
superior, no había tenido la oportunidad de involucrarme en una institución
educativa para conocer todo su funcionamiento. Sentía que cualquier proceso de
aprendizaje y experiencia completo en el sector educativo, le hacía falta algo.
Esa oportunidad llegó. Y no a cualquier colegio, ni en cualquier momento. Como
docente de sociales y por Sistema Maestro al Técnico Superior que tiene una
historia a cuesta de más de 80 años y en plena pandemia que nos tenía en casa y
debatiendo si alternancia, presencialidad o no.
Una institución que cuenta con más de 117 profesores, diferentes
especialidades, además de sus administrativos. En una coyuntura donde la
apropiación tecnológica a gran velocidad es la regla. El reto, conocer cómo
funciona un colegio y el equipo directivo, así como los diferentes estamentos
del gobierno escolar (consejo directivo-académico-estudiantil, comité de
convivencia, asociación de padres de familia, personero estudiantil, contralor
estudiantil, comisión de evaluación y promoción, asociación de egresados), participar
en reuniones generales y por áreas, el plan estratégico, el proyecto educativo
institucional, el plan operativo, los ejercicios de autoevaluación
institucional y el sentido y quehacer de las semanas de desarrollo
institucional; por un lado. Por el otro, comprender la esencia y sentido de la
función netamente docente para entender las estrategias de trabajo, forma del desarrollo
de la clase, comunicación con los alumnos, atención a situaciones imprevistas
y/o conflictos en el aula, trabajo con el grupo, caracterización del grupo de
estudiantes, trabajo en el ambiente de aprendizaje, distribución del tiempo en
la clase, formulación de instrumentos en el desarrollo de la clase, tratamiento
de los contenidos, preparación y desarrollo de la clase, manejo y solución de
adversidades concretas en las reuniones de áreas, acompañamiento en actividades
generales, participación en el proceso de evaluación y seguimiento a
estudiantes, grado de adaptación a las nuevas herramientas digitales, entre otros.
Constituyó una experiencia gratificante. Esta inmersión al Técnico en mi
calidad de docente, en este momento de mi vida, fue una especie de año sabático
o como practicante. Claro, con la mirada de un investigador que permite indagar
otros aspectos para dimensionar desde el análisis organizacional aplicado cómo
funciona una organización. Por un momento, apreciado lector, piense que tienes
a cargo 6 grupos, con un promedio de 35 estudiantes, con un cronograma de
clases en la semana y donde tienes que estar sentado en pantalla en promedio 5
horas. Luego, recrear como llegaría a sus estudiantes a las clases y el trabajo
posterior que surge después de los encuentros.
Todo eso lo apropié y lo sentí. Por muchos días no quisiéramos volver a
ver una pantalla. Es necesario más acciones institucionales de dignificación al
docente. La educación positiva es una urgencia. Realmente más que merecidas
estas vacaciones.