OBERT ALEJANDRO ORTIZ R.
En el proceso de acumulación de capital intelectual en nuestra sociedad, los jóvenes se han quedado como una franja de la población en situación de riesgo psicofísico, pobreza material y exclusión social.
Sobre ellos recaen supuestos, mitos y estereotipos que debemos desmitificar en función de reconocer y aprovechar sus capacidades, potencialidades y habilidades como sujetos potencialmente transformadores y actores sociales que cuenta con una identidad social y cultural, necesidades y perspectivas, miedos y sueños frente a la realidad.
Todos debemos preguntarnos: ¿Quiénes son los jóvenes?, ¿Qué quieren? y ¿Qué les gusta?. La sociedad civil y las Instituciones en general al resolver estos interrogantes se dan cuenta que esta población es un sector invisible al considerarlos solamente como objeto de políticas asistencialistas y no como sujetos que pueden promover un compromiso ciudadano y políticas sociales entre ellos a partir de un proceso de aprendizaje, de transformación personal, de intercambio de grupos, de formación y fortalecimiento de redes, consolidación de su protagonismo, liderazgo, emprendimiento social y animación de organización juveniles formales e informales (desde plataformas o redes sociales).
Es importante entender que los jóvenes recorren un camino marcado inicialmente por el desconocimiento hasta llegar al saber sobre el mundo. Su conceptualización en torno a la sexualidad, organización social, economía, sentido de existencia, etc., se produce de acuerdo al grado de educación, experiencia y contexto que los rodea. En esta etapa (entre lo desconocido y lo aprendido), ellos descubren su interacción social, política, cultural, gustos y metas. Como conglomerado de individuos y de subjetividades, aún cuentan con profundos valores y no están contaminados por los grandes males que sufre nuestra sociedad como la corrupción, individualismo, pérdida de: sueños, proyecto de vida, visión personal y social.
El desafío está en romper toda clase de muros que los separa como la indiferencia y la falta de oportunidades para que sean protagonistas producto de las bondades que otorgan los mecanismos de participación ciudadanía y muestren sus bríos de esplendor en este mundo globalizado que los espera con ansiedad, precisamente en esta época.
El punto de partida a la hora de pensar estrategias de inclusión y reconstrucción de tendencias de proyección individual y colectiva, son los jóvenes. Necesitamos fomentar un liderazgo juvenil, cooperativo, comunitario y colectivo basado en principios de compañerismo y solidaridad que emerja del continuo trabajo en equipo, como sujeto colectivo y no con la imagen de líder solitario. ¿Cuál sería el impacto si el doctor Armando Ariza de Comfamiliar replicara el evento de Drum Café sólo a jóvenes?.
Sobre ellos recaen supuestos, mitos y estereotipos que debemos desmitificar en función de reconocer y aprovechar sus capacidades, potencialidades y habilidades como sujetos potencialmente transformadores y actores sociales que cuenta con una identidad social y cultural, necesidades y perspectivas, miedos y sueños frente a la realidad.
Todos debemos preguntarnos: ¿Quiénes son los jóvenes?, ¿Qué quieren? y ¿Qué les gusta?. La sociedad civil y las Instituciones en general al resolver estos interrogantes se dan cuenta que esta población es un sector invisible al considerarlos solamente como objeto de políticas asistencialistas y no como sujetos que pueden promover un compromiso ciudadano y políticas sociales entre ellos a partir de un proceso de aprendizaje, de transformación personal, de intercambio de grupos, de formación y fortalecimiento de redes, consolidación de su protagonismo, liderazgo, emprendimiento social y animación de organización juveniles formales e informales (desde plataformas o redes sociales).
Es importante entender que los jóvenes recorren un camino marcado inicialmente por el desconocimiento hasta llegar al saber sobre el mundo. Su conceptualización en torno a la sexualidad, organización social, economía, sentido de existencia, etc., se produce de acuerdo al grado de educación, experiencia y contexto que los rodea. En esta etapa (entre lo desconocido y lo aprendido), ellos descubren su interacción social, política, cultural, gustos y metas. Como conglomerado de individuos y de subjetividades, aún cuentan con profundos valores y no están contaminados por los grandes males que sufre nuestra sociedad como la corrupción, individualismo, pérdida de: sueños, proyecto de vida, visión personal y social.
El desafío está en romper toda clase de muros que los separa como la indiferencia y la falta de oportunidades para que sean protagonistas producto de las bondades que otorgan los mecanismos de participación ciudadanía y muestren sus bríos de esplendor en este mundo globalizado que los espera con ansiedad, precisamente en esta época.
El punto de partida a la hora de pensar estrategias de inclusión y reconstrucción de tendencias de proyección individual y colectiva, son los jóvenes. Necesitamos fomentar un liderazgo juvenil, cooperativo, comunitario y colectivo basado en principios de compañerismo y solidaridad que emerja del continuo trabajo en equipo, como sujeto colectivo y no con la imagen de líder solitario. ¿Cuál sería el impacto si el doctor Armando Ariza de Comfamiliar replicara el evento de Drum Café sólo a jóvenes?.
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