OBERT ALEJANFRO ORTIZ R.
Estos maravillosos días en los que preparamos, participamos y vivimos la Novena de Navidad con nuestras familias, amigos y conocidos, la alegría para unos nos embarga y para otros se debilita.
Con la oración de todos los días y las de María, San José, Niño Jesús, Gozos y los Mensajes de cada día, nos permitió reflexionar sobre el Anuncio de la Llegada del Niño Jesús hasta su nacimiento, las situaciones que tuvieron que pasar como familia, esto es, cuando los sacaron de la Aldea y nadie les quiso dar posada, el anuncio de matar a todos los niños, la búsqueda y la adecuación del pesebre donde finalmente nació Jesús y la falta de elementos como vestimenta y alimentos; eventos vividos en su oportunidad, que hoy mas que nunca continúan vigentes en este país y, en América Latina en general, cuando vivimos una exclusión e inequidad profunda debido a las desigualdades, pobreza, miserias, guerras, humillaciones, hambre y enfermedades no solo físicas sino mentales en la población en general.
Sin embargo, nos diferencia de ese momento, en que los Reyes Gaspar, Melchor y Baltazar proporcionaron en su visita incienso, oro y mirra con el fin de subsanar esas necesidades primarias de calor y protección para el recién nacido. Pero en la actualidad, no tenemos, ni tendremos la esperanza de que esos Reyes regresen, nos ayuden, protejan y se apiaden de nosotros dada la forma como vivimos, por lo que hacemos y lo que proyectamos para el futuro no sólo de nuestra generación sino de las próximas; la de nuestros hijos.
Por ello, quienes verdaderamente vivimos, sentimos y nos apropiamos de los mensajes de la Novena a conciencia, nos genera el deber y compromiso de encausarnos por el camino de la renovación, de la fe y la esperanza, y por lo tanto, de recibir a ese Niño Jesús que llega a nuestros corazones para cambiar el estilo de vida desordenada por los placeres materiales y enfocarla por la de la cooperación, colaboración y solidaridad por los más desprotegidos.
Constituyó una oportunidad más, para entender que debe primar la verdad, la sinceridad, humildad, confianza, paz y amor en cada uno de nosotros para que se refleje en nuestros familiares y en todas las personas con un espíritu renovado y libre que permita seguir enfrentando crisis y dificultades, pero con la presencia del Señor, como luz para el camino que debemos recorrer llenos de ese espíritu navideño y bondad durante todo el siguiente año. Para todos: “Feliz Navidad”.
Sin embargo, nos diferencia de ese momento, en que los Reyes Gaspar, Melchor y Baltazar proporcionaron en su visita incienso, oro y mirra con el fin de subsanar esas necesidades primarias de calor y protección para el recién nacido. Pero en la actualidad, no tenemos, ni tendremos la esperanza de que esos Reyes regresen, nos ayuden, protejan y se apiaden de nosotros dada la forma como vivimos, por lo que hacemos y lo que proyectamos para el futuro no sólo de nuestra generación sino de las próximas; la de nuestros hijos.
Por ello, quienes verdaderamente vivimos, sentimos y nos apropiamos de los mensajes de la Novena a conciencia, nos genera el deber y compromiso de encausarnos por el camino de la renovación, de la fe y la esperanza, y por lo tanto, de recibir a ese Niño Jesús que llega a nuestros corazones para cambiar el estilo de vida desordenada por los placeres materiales y enfocarla por la de la cooperación, colaboración y solidaridad por los más desprotegidos.
Constituyó una oportunidad más, para entender que debe primar la verdad, la sinceridad, humildad, confianza, paz y amor en cada uno de nosotros para que se refleje en nuestros familiares y en todas las personas con un espíritu renovado y libre que permita seguir enfrentando crisis y dificultades, pero con la presencia del Señor, como luz para el camino que debemos recorrer llenos de ese espíritu navideño y bondad durante todo el siguiente año. Para todos: “Feliz Navidad”.
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