Columna publicada el 20/03/2024
Definitivamente la consolidación del Estado-Nación en
nuestro país, pareciera que no tiene cuando. Pasarán otros 200 años y nada de
nada. Desde 1810 estamos batallando para lograrlo. Ni los 13 años de proceso independentista
(1810 grito de independencia hasta 1823 última batalla en el lago de
Maracaibo), han servido de referencia o de espejo retrovisor. Ni mucho menos
los procesos que precedieron las constituciones que hemos tenido y que han
estado mediadas por un campo de batalla, bien por ideas centralistas o
federalistas y posteriormente por tendencias liberales o conservadoras. La
única que se salva de ello y con un proceso único en el mundo, fue la de 1991.
Pero con el llamado del presidente Petro, otra vez genera resquebrajo. Otra vez
nos expone a lo que ha implicado la formación de cada proceso constituyente
mediado por campos de batallas o guerras; impulsados o derivados por la mediación
iglesia-Estado, los presidentes de turno, las juntas antes y después, por los
partidos y movimientos políticos y el peso del que no hemos podido desligarnos
del legado español a la fecha. Si damos una mirada al pasado desde 1810 estamos
en este ir y venir desde la pre- Constitución de Timaná en Garzón; 1811 según Acta
de la Confederación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, Constitución
de la República de Tunja y Constitución monárquica de Cundinamarca; 1812 con la
Constitución de Antioquía, Constitución de la República de Cundinamarca y la Constitución
política del Estado de Cartagena de Indias; 1813 con la Declaración de
independencia de la provincia de Cundinamarca; 1814 con la Reforma del Acta de
la Confederación de las Provincias de la Nueva Granada, el Reglamento del
Gobierno General de la Nueva Granada y la Constitución de Popayán; 1815 con Constitución
provisional de Antioquía, el Reglamento provisorio de la provincia de Pamplona
de Indias, el Plan de Reforma de la constitución de la provincia de
Cundinamarca, Constitución del Estado de Mariquita y, la Constitución del
Estado Libre de Neiva; 1819 el Proyecto de Constitución de Angostura; 1821 con
la Ley Fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia y la que se considera
la primera Constitución de Colombia y, de ahí en adelante, las otras 8
Constituciones (1830,1832,1843,1853,1858,1863,1886 del siglo pasado) y, la
Constitución de 1991, que tuvo una génesis diferente. Ni siquiera México se ha
atrevido a impulsar otra Constitución desde 1917. Chile lo intentó hace poco, y
afortunadamente, el proceso lo conocemos: No se logró. Pretender impulsar una
constituyente producto de una pataleta del primer mandatario de los
colombianos, es lamentable. Ni sus propios seguidores permitirían cumplir la
tercera parte del censo electoral para convocarla. Además, de la polarización
que se generaría en la otra parte de la población que no sigue sus ideas. Mejor
dicho, en estos momentos es una garrafal equivocación. Se sabe como inicia una
constituyente, más no como termina. Ese es el peligro.
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