Columna publicada el 10/04/2024en el Diario la Nación
La
reciente tensión diplomática que se desató secuencialmente entre Ecuador y
México y que desencadenó en el allanamiento de la embajada mexicana para
capturar al exvicepresidente Jorge Glas, constituye un referente y, también un
aprendizaje para Colombia y la comunidad internacional. En el mundo diplomático
funciona esa frase popular que dice: “Habla poco, escucha más y no errarás”.
Todo por las palabras expresadas por el presidente de México Andrés Manuel
López Obrador en su programa matutino la mañanera sobre asuntos internos, que les
competen única y exclusivamente a los ecuatorianos. Ese fue el florero de
Llorente. Es claro que las justificaciones están de parte y parte. Cómo
también, que los errores los cometieron de lado y lado. Por parte de México, el
error garrafal en referirse en esos término sobre asuntos que le competen,
única y exclusivamente a ellos, según el principio de no intervención en
asuntos internos. Dejó entrever el presidente su apreciación o percepción ideológica,
intereses y amistades con quienes simpatiza, por encima de los intereses
nacionales de los propios mexicanos. El otorgar asilo político a una persona
condenada por un tribunal sólo por un capricho ideológico, no es justificable.
La convención sobre asilo diplomático otorgado en Caracas, Venezuela en el año
1954, que modificó la de 1933 y que venía desde 1928, en su artículo III, lo
determina claramente. No se permite. Prácticamente aquí es donde se aprecia,
que AMLO se desmidió en su lenguaje y dio a entender que con ese asilo
encubriría a un criminal. Lo que desató la indignación del gobierno
ecuatoriano. Sin embargo, hay que
recordar que este país ha tenido una amplia trayectoria en otorgar asilo a diferentes
personajes, incluso, hasta León Trotsky. Por el lado de Ecuador, el presidente
Daniel Noboa, con el argumento de proteger la seguridad nacional al no permitir
que se asilen a delincuentes sentenciados e involucrados en crímenes muy graves,
también tomó una desmedida acción de allanamiento o invasión a la embajada de
México, totalmente desproporcionada, violatoria de la soberanía nacional y prohibida
en las convenciones internacionales (de convivencia sobre los Estados) y con
pocos referentes en los últimos tiempos en las que ha primado las buenas
relaciones diplomáticas y consulares. Sólo tenemos referentes sobre la toma de
la embajada estadounidense en Irán en 1979, cuba en 1956 y en 1981 cuando se
realizó una redada en la embajada de Ecuador y recientemente, en el 2022 el
caso particular de las autoridades nicaragüenses ocupando ilegítimamente sus
propias oficinas en Managua. Bajo otra óptica, se han asaltado embajadas en el
Líbano, Argentina, Libia, Indonesia y Tailandia, pero por grupos insurgentes
que no responde a relaciones diplomáticas o consulares. Así las cosas, en estos
momentos de polarización y radicalismos, no sólo ideológicos, corresponde un
llamado al diálogo diplomático y a la prudencia. Un buen espejo para Colombia.
No a la violación de soberanía, pero tampoco asilo a condenados.
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