Columna publicada el 3/07/2024 del Diario la Nación
Como un contentillo previo a
las fiestas de San Pedro, el presidente dejó entrever el cambio de al menos 7
de sus ministros para enfrentar este segundo tiempo que le queda en el poder.
Una especie de recomposición de gabinete. De oxigenación de fuerzas políticas
que salen y otras que ingresan a reforzar la radicalización ideológica, o por
el contrario, mantener algo de centro en la toma de decisiones. Esta última, es
la que verdaderamente ha hecho falta en estos casi dos años tortuosos de
interacción con los contrapesos del poder. Para empezar, las reflexiones sobre
el cambio de más de 20 ministros en estos menos de dos años. Ello ya dice
mucho. Bajas ejecuciones, no continuidad de políticas públicas, programas públicos
en el camino a medio andar, desautorizaciones a unos y otros, incomprensiones
en la carta de navegación de subalternos, improvisaciones de algunos
coequiperos, escándalos, entre otros factores que han hecho de esta
presidencia, única en los últimos 30 años. Poca cohesión de equipo. Esto sin
traer a colación todos los aspectos que han rodeado a este gobierno, que
prometió el cambio, pero que este ni llegó, ni se vislumbró, y tal como están
las cosas, ni llegará. Repito, el común, ha sido un camino tortuoso. Es una
lástima. Mucha prédica, pero no se aplica. El mayor sueño cuando hay un cambio
de gobierno, es la implementación de políticas públicas que impacten en los
diferentes sectores de la administración pública. Es lo que perseguimos, quienes
tenemos la responsabilidad del seguimiento a políticas públicas desde la
academia. En el inicio de esta administración, se perdió la posibilidad de
promover el acuerdo nacional, los consensos, las agendas comunes por tratar de
imponer el radicalismo, anteponer los espejos retrovisores o porque todo lo
construido en estos 200 años de vida republicana no debió ser. La terquedad se
impuso. Y en eso nos lo pasamos. Pero en el mejor de los mundos, pretender que
en este segundo tiempo las cosas mejoren, es decir, que ese relacionamiento con
los diferentes sectores liderados por el gobierno con los nuevos ministros que
se designen, no está a la vista, ni se logrará, ni en el mejor de los mundos. El
que es, no deja de serlo. Ya conocemos ese libreto desde la alcaldía de Bogotá.
Al menos en el primer tiempo, se tenía la visión que no existía plan nacional de
desarrollo, y por ello, se dependía de lo que dijera el primer mandatario o
comunicara por sus redes. Pero ahora, en este segundo tiempo, aunque se cuenta con
carta de navegación, los intereses en la agenda estarán marcados, no solo por
el desgaste político que le acarrea al gobierno, sino por otros derroteros:
elecciones del 2026, principalmente. Esperemos no se pierda de vista, con el
nuevo aire que den los ministros entrantes, la posibilidad de una tecnocracia
en la ejecución de programas públicos. En otras, a gobernar.
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