Columna publicada en el Diario la Nación el 24/07/2024
Desde
pequeño, siempre he tenido el interés de escuchar los discursos de quienes ha
sido elegidos para presidentes de Estados, principalmente cuando ganan las
elecciones, posterior posesión y los de expresados en el desarrollo o
cumplimiento de su mandato. Pero particularmente, los de nuestro país. Es como
una forma de entender la línea o narrativa (estructura verbal, proceso mental,
acción, interacción, conversión, comparación, complejidad, etc), sobre la que
versará su mandato y en la que da orientaciones a sus ministros y a la sociedad
en general. Aprendí mucho en los discursos de toda la era de Santos, pues eran
publicados por escrito en la página de presidencia. Prefería leerlos, después
de escucharlos ante su dificultad de pronunciación. Bueno, al final mejoró. En
otras palabras, esta acción, por mi pasión, entendí que corresponde a un campo
metodológico, denominado análisis del discurso (AD), y que surgió en las
ciencias sociales con el fin de abordar el uso del lenguaje como un evento o
acto comunicativo dentro de un contexto social en el cual se sitúan las
interacciones humanas. Así mismo, que metodológicamente su finalidad responde a
análisis comparativos, detalles mínimos, sistemas de significados, claridad o
no de sentimientos y atributos de la identidad, desarrollos evolutivos de
élites, maleabilidad en su contenido, persuasión a las masas, legitimación de
ideologías, determinación de posibilidades y también de limitaciones que van
inmersos en lo que se dice, escribe y hace, y con un componente muy importante,
si todo ello, responde a la verdad y el saber. Este discurso del presidente
Petro, del pasado 20 de julio ante el Congreso, debió ser el que expresara
cuando ganó las elecciones, al posesionarse y el segundo y el tercero ante el
Congreso. Las cosas serían a otro precio hoy. No cuando ha vapuleado a todos
los sectores en sus dos años de gobierno. Bien se lo reiteraron con creces los
congresistas de oposición, posterior a su intervención en el recinto sagrado de
la democracia al instalar esta nueva legislatura. Personalmente, me llamó la
atención. Por no decir, me gustó. Lo sentí creíble. Como buen orador, desarrolló
de manera excelente sus tres pilares: Economía, paz y problemas sociales. Y también,
el llamado a que le aprobarán las reformas que le apunten a estos pilares del
discurso y que se logre el pacto social o pacto político o acuerdo nacional
dado lo que ha ejecutado y tienen pendiente por realizar. Es decir, si nunca lo
hubiese escuchado, y por primera vez lo hiciera, creo que hasta lloraría de la
emoción por tan sentido discurso y le daría la razón en el entendido, del
porque los parlamentarios no le aprueban las reformas. Pero como desafortunada
o afortunadamente, en virtud del AD lo escucho desde los 90s, más sus
ejecutorias; hacen que el trabajo de los congresistas y sociedad en general, se
tripliquen a partir de la fecha para evitar lamentaciones. Garantizar
equilibrio de poderes.
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