Columna publicada el 4/09/2024 en el Diario la Nación
El discurso
(intervención o alocución) del presidente en el acto de posesión de la nueva
Defensora del Pueblo, definitivamente, raya con esa posibilidad de concretar un
consenso o apaciguamiento, tranquilidad y paz. Para ser de la dignidad
presidencial, es y fue totalmente molesto y con apartes desafortunados. Por
ello, los reclamos de diferentes sectores. Cuando uno entiende sobre izquierdas,
derechas, liberalismo, conservadurismo, populismo, demagogías y retóricas, esto
no, nos confunde. Responde a una narrativa demagógica y odiosa para hacer creer
que la realidad es como él la pinta y la cuenta. Y, por lo tanto, hacer creer
que él, justo en esta época, le corresponde reivindicarnos de todas las
podredumbres de más de 200 años. Nada bueno ha ocurrido en estos dos siglos de
república. Importante que cada
colombiano, pudiese leer un valioso texto, a propósito de ese libreto que tiene
el presidente y que fue ejecutado al pie de la letra por Chavéz en Venezuela,
Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia, entre otros, del
autor mexicano, Luis Antonio Espino, titulado “López Obrador: El poder del
discurso populista”. Es como una especie de Manual para entender, por parte
de todos los pensantes y masa crítica que no se obnubilan ni se alienan ante el
discurso del presidente, para responder más bien con integridad y decencia como
antídoto para contrarrestar los efectos del discurso que los seguidores incondicionales
sí adoptan ciegamente. El mexicano Espino, indica que los 5 elementos del
discurso de estos personajes, o su accionar, se sustenta en 5 bases: 1. Que adaptan
los hechos a una narrativa demagógica, 2. Que sustituyen la comunicación con
propaganda discursiva repetitivamente, 3. Que ante la crisis, minimizan, niegan
y eluden sus responsabilidades, 4.- Que deslegitiman permanentemente el
conocimiento, la información y la crítica de quienes lo increpan, y 5.- Que son
expertos en manipular el lenguaje para erigirse como el único poder legítimo y
subordinar o transformar todo a sus causas, sopena de ser expuestos y
considerarlos enemigos. En general, el populista, en su discurso, lo utiliza
como una suerte propia de un héroe providencial que lo haga ver más importante,
con una misión superior para reivindicar todo lo mal hecho, hasta que eso se
vuelve una narrativa creíble para luego tomar decisiones sin problemas. No
importa la realidad, sino lo que hace ver con el discurso. Por lo tanto, se
asume como un héroe patrio en los actuales tiempos donde ya no hay héroes y se
abroga la única verdad. Para contrarrestar la fuerza de esta narrativa demagógica
y populista, se comienza con la responsabilidad de quienes podamos opinar, con
una alta dosis de integridad personal y civil y expresarle con coraje, en este
caso, al presidente, que las cosas no son así y que su narrativa no responde a
la realidad. Que se le apoya, pero que tiene que cambiar de rumbo, pue así no
se puede continuar. No más narrativas demagógicas. Ningùn golpe blando.
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