Columna publicada el 05/04/2023 en el Diario la Nación
Las
instituciones educativas, acaban de culminar su primer periodo académico. En
consecuencia, a través de la comisión de evaluación y promoción de cada
institución, se evalúan los resultados académicos y de convivencia de los
estudiantes a fin de definir las estrategias para resolver las dificultades
encontradas. Aunque no sea un tema llamativo para la prensa o medios de
comunicación o actores sociales y políticos, sí lo es para la ciudadanía en
general puesto que se trata de conocer como avanzan en el rendimiento educativo
los estudiantes. Es un tema de prioridad nacional, pues la pandemia modificó
hábitos que han incidido negativamente en su aprendizaje. No solo en la escuela
se evidencia esta problemática, sino también en la universidad sus
consecuencias son más nefastas. Iniciemos indicando, que la deserción no se
frena. Múltiples razones a este fenómeno persisten. En cuanto a los desempeños
educativos, un alto porcentaje de estudiantes con dificultades de concentración,
baja responsabilidad y poco compromiso con ese tren a alta velocidad que
implica la presencialidad. Por supuesto, el producto son las bajas
calificaciones de carácter cuantitativas y cualitativas que no les favorece. El
común denominador es la pérdida o reprobación de más de dos asignaturas y
áreas. Por lo general, quienes más pierden, son los que concuerdan con el bajo
nivel en su comportamiento o de convivencia. Les caracteriza una pésima
actitud, mal comportamiento, indisposición para el estudio, incumplimiento con
sus deberes escolares, renuencia a las actividades en clase y extra-clase, proclives
al desorden y a la indisciplina; lo cal afecta la convivencia. Además, es
compleja la escucha, se torna dispersa, la inasistencia injustificada no
disminuye y ello afecta los desempeños escolares. Por supuesto, no se observa
en ellos un mayor esfuerzo y compromiso personal para mejorar el rendimiento y de
trabajo en el aula. Por lo tanto, es necesario proliferar estrategias en
conjunto para atacar esta situación en los estudiantes. Lo primordial, es que los
padres de familia se sensibilicen ante esta difícil tarea de acompañar a sus
hijos. Sin esa intervención prioritaria, cualquier acción no tendría los éxitos
esperados. Que la comunicación sea más fluida entre el docente y los padres de
familia en este ejercicio de colaboración. Acudir a los horarios de atención de
padres, la revisión diaria de la agenda escolar, la asistencia puntual a las
reuniones de padres. Es decir, un seguimiento minucioso. Por parte de los
estudiantes, deben enfocarse en mejorar hábitos de estudio con un horario de
actividades organizado por cada asignatura. Plena responsabilidad en la
presentación y entrega de tareas, actividades y trabajos. Mejora en la disciplina, concentración y alto
rendimiento durante el desarrollo de las clases. Evitar el uso de equipos
electrónicos (celulares, ipads, auriculares, etc), al igual que distractores como
cartas, juegos, etc. Y contar con los útiles escolares mínimos. Por parte del
docente, continuar con la motivación al estudiante para el logro de los
objetivos. Establecer actividades específicas con los estudiantes de bajo
rendimiento para nivelarlos. Seguimiento al desempeño académico de los
estudiantes y comunicación constante con los padres de familia. En cuanto a
orientación escolar, efectuar seguimiento y control a los estudiantes
reportados por la comisión en materia de reprobación. En general, es necesario
realizar acuerdos con padres de familia para contribuir en el mejoramiento del
nivel académico y de convivencia de los estudiantes reportados como críticos.
La educación un compromiso de todos. “Reflexión para semana santa”.
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