Columna publicada en el Diario la Nación el 2 de agosto de 2023
Culminada la etapa y fecha de entrega de avales por parte
de los movimientos y partidos políticos e inscripción de los candidatos ante la
registraduría para las elecciones el próximo 29 de octubre de gobernadores,
diputados, alcaldes, concejales y ediles; la pantomima no ha cambiado. La
pandemia, no hizo mella sobre el asunto. La reflexión no fue profunda. Poca
conciencia al respecto. En primera
instancia, el proceso para conseguir los avales, co-avales y acuerdos de
coalición resultó ser la misma parodia de siempre. Antes empeoró por la
cantidad de movimientos y partidos que siguen en aumento. Ya vamos en 37
debidamente reconocidos por la registraduría. Donde más se evidenció la
inexperiencia, fue en los movimientos o partidos afines al gobierno o los
llamados del pacto histórico. Como buenos colombianos, todo a última hora. En
algunos, caos para conseguir la firma de avales por parte de los directivos de
los movimientos o partidos que tenían que ser ágiles para proceder y de manera
delegada o descentralizada. Otros, no tenían sistematizado el procedimiento
para otorgar esos avales. Principalmente, los partidos o movimientos
recientemente creados. Los mató, paradójicamente el mal que tenemos en la administración
pública: la centralización en la capital de la de la república. También, las
conductas tradicionales que persisten en la región frente a la negociación o
mercadería en los montos exigidos para obtener un aval o la ubicación en la
lista. El inconformismo por avales concedidos sin el mérito frente a los que lo
merecían, y quedaron por fuera. Al respecto, estas situaciones afectan la
transparencia en un proceso democrático que, a estas alturas del auge tecnológico,
no debería presentarse. Se continúa improvisando. Como segundo, ya en el plano
de la Registraduría, el represamiento y espectáculo en la inscripción de los
candidatos a última hora, otro dolor de cabeza. Eso sin profundizar en todo lo
relacionado con inscripción por firmas. Todo otro cuento. Las aglomeraciones, desfiles,
vestuarios, papayeras, sesiones fotográficas, discursos y aplausos para mostrar
que sí se cuenta y tiene con qué, también contribuye a la pantomima, pero no
aporta al perfeccionamiento del proceso democrático. Todo ello, más bien para
impresionar a la población de entrada. Indiscutiblemente, esto no se hace con
recursos de las hermanitas de la caridad. De igual forma, no deja de
cuestionarse, aquellos personajes investigados penal, disciplinaria y
fiscalmente que fueron inscritos en distintas partes del país, bajo el
argumento de no tener sentencias. A sabiendas que, si llegan a ser condenados y
hubiesen sido elegidos, serán objeto de sanción por esta conducta que era de
pleno conocimiento (uno de tantos casos, el de Oneida Pinto, exgobernadora de la
Guajira). En el departamento no escapa de estos casos. Han pasado siglos, y no
aprendimos de lo trasmitido por la civilización griega cuando a través de sus
ágoras y acrópolis promovieron la democracia como sistema político. Por
supuesto, con otras dinámicas. Más bien, copiamos como mal las prácticas de la
civilización romana en su época de la república cuando al tomar sus decisiones utilizaban
esta figura. Es una lástima. Y eso que nos
consideramos civilizados y con la mejor democracia del continente. Es necesario
un salto.
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