Columna publicada en el Diario la Nación el 23 de agosto de 2023
A estas
alturas de pleno proceso electoral (fiesta democrática) en Colombia para la
elecciones de sus autoridades regionales, así como las presidenciales en
Argentina, y Ecuador, sin mencionar las que acaban de surtirse en Guatemala y
las que están en proceso en el Salvador e incluso de Estados Unidos y, a un año
de balance del gobierno del presidente Petro, cae como anillo al dedo tanto
para los candidatos y electores, como para los recientemente elegidos y para el
mismo presidente de nuestro país, el libro publicado por Nadia Urbina (2020),
titulado: “Yo, el pueblo. Cómo el populismo transforma la democracia”. Aquí
se dan luces de manera magistral para entender la complejidad de este concepto (el
populismo) que ya asumimos sin mayor rigurosidad como una vivencia dentro de
las democracias vecinas y que al parecer también nos asedia. Por su puesto, de
este término, no se pueden desligar o separar lo que hace un tiempo marcó un
auge o tendencia como lo fue el caudillismo y el clivaje. Es como una triada. Se
usan para hacer referencia a las divisiones, disyunciones o disociaciones por
razones ideológicas, religiosas, culturales, entre otras. Los tres están allí como
el aire en las democracias (populismo, caudillismo y clivaje). Sin embargo, en
esta publicación, Urbina ilustra con mayor claridad los elementos para
contrastar que el populismo es como una respuesta o consecuencia de la
decepción política de las diferentes grupos o sociedades en estos tiempos, sin
importar el sello que tengan o manifiesten en cuanto si se es de derecha o de
izquierda, por un lado. Por otro el otro, que es consecuencia de las cosas que
salieron mal en cada caso de los dirigentes públicos en el gobierno de turno y
de los mismos partidos, cualquiera fuera su orientación ideológica en el poder.
Lo más interesante, es comprender el análisis que realiza tanto del líder que se
erige o encarna en ese populismo, como el de la población que cae en ese juego
de aclamarlo ante su descontento evidente por la no resolución de los problemas
sociales. Así mismo, el proceso de metamorfosis que se surte, no solo de la
institucionalidad, sino también en las operaciones o procedimientos del mismo
sistema democrático del que se sirve para aplastar a los que han venido
gobernando o a poder hegemónico vigente. Interesante, que todos los aquí
aludidos recibieran una clase o asesoría de Urbina, para que apropien cómo se
llega, o mejor, cómo no se llega, sin darnos cuenta al populismo; cómo se utiliza
precisamente el juego democrático para gestarlo y luego imponerlo y asimilar su
posterior efecto en detrimento de la real democracia que termina saliéndose de control
o se vuelve incontrolable. Estas tres variables, son debidamente trabajadas y
explicadas y nos conviene a la base popular también, entenderlas y apropiarlas
para evitar este tsunami en detrimento de la democracia. Corresponde a las
universidades una pedagogía interesante sobre el particular. Así mismo,
responder: ¿en nuestro país hemos tenido o no, o vamos por el sendero de un
populismo?, ¿Cuál es la duración del populismo una vez se enquista en el
poder?, ¿cómo salir de este engendro, por no decir fenómeno social o tsunami y
la transformación surtida o sus efectos?. En primera fila, para la defensa de
la real democracia.
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