Columna publicada el 9 de agosto de 2023 en el Diario la Nación
Escuchar al presidente Petro este 7 de agosto, en la
conmemoración de la Batalla de Boyacá (día del ejército nacional) en el llamado
a todos los sectores políticos y sociales para un “acuerdo nacional” debió ser
el camino inicial de su mandato. Haber aprovechado todo ese potencial que tenía
(o posible luna de miel) con su equipo de gobierno, mayorías en el congreso,
apoyo popular obtenido en elecciones e iniciativas propuestas para plasmar en el
plan nacional de desarrollo y las reformas previstas; hubiese sido oportuno en
su primer año de gobierno. Otro hubiese sido el panorama de su discurso justo
en esta fecha. Pero ocurrió todo lo contrario. Ni acuerdo nacional, ni diálogo
con los sectores políticos y sociales, ni concertaciones generadas por la
arrogancia con la que ha gobernado bajo la excusa de un apoyo total del pueblo.
No se discute que para elaborar el plan de desarrollo no se hubiese trabajado
con las comunidades. Pero eso es otro aspecto que no es contundente para las
bases de un acuerdo nacional como lo planteaba y escuchábamos de Álvaro Gómez
Hurtado, quién insistía para el país en un acuerdo sobre lo fundamental. A
estas alturas, cuando ya comienza su segundo año de mandato y con elecciones
regionales para gobernadores y alcaldes y con propuestas de reformas que no han
tenido los debates necesarios para posibles concertaciones; el panorama no
parece ser el ideal para iniciar por este sendero. Los argumentos esbozados en
su discurso como la de dignificar al pueblo y que el pobre no siga arrodillado,
encadenado, dejado, maltratado y recibiendo las migajas que caen de la mesa,
son propias de un momento de elecciones presidenciales. Pero esta ya terminó
hace más de un año. Pretender que los partidos de oposición, empresarios,
comunidades, partidos de gobierno, organizaciones sociales, sindicatos, gentes
del común y todos los sectores de la sociedad se puedan sentar a dialogar sobre
sus problemas concretos o problemas de la sociedad colombiana con un gobierno
que no se ganó la confianza con estos en su momento, es supremamente complejo. Ya
el gobierno tiene su agenda. Así haya indicado que, en este acuerdo de país,
con mi vecino, esposa, hijos, tendero, policía del barrio, transportador,
empresario patrón y líder de mi barrio y de la vereda, el gobierno no se
impusiera o se saliera con la suya. Ese llamado a caminar juntos para llegar más
legos y que Colombia no siga fracturada, en odios y que transite en paz; tomará
más tiempo de lo previsto. Pero en estos momentos, su concentración debe
centrarse es en gobernar. Nadie discute que la paz surge de una repartición
justa de la tierra, del acceso real y universal de la salud, de la posibilidad
de trabajar en buenas y dignas condiciones, de llegar a una vejez segura y
digna. No obstante, ese clamor para vernos a la cara y hablarnos con franqueza
para estar a la altura de lo que nos está exigiendo la historia y encontrar por
fin soluciones a dificultades largamente postergadas para materializar la
promesa del cambio; suena a un salvavidas en estos momentos. ¿Alcanzarán dos,
buenos tres años (último es de elecciones) de su gobierno para concretar este
llamado?.
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