Columna publicada el 15 de noviembre de 2023 en el Diario la Nación
El viernes anterior se llevó
a cabo en Neiva, el foro sobre el “rol de los hidrocarburos y la minería en la
transición energética responsable” organizado por la Unión de Trabajadores de
la Industria Petrolera y Energética de Colombia (UTIPEC), en concurso con la
Asociación de Ingenieros de Petróleos (ACIPET), Confederación General de
Trabajadores (CGT), programa de ingeniería de petróleos de la Universidad
Surcolombiana, entre otros. Como invitado especial, el exministro de minas,
Amilkar Acosta. El interrogante se centró en que, de acuerdo con la matriz
energética de nuestro país (DNP,2022), se depende del petróleo en un 41%, gas
natural 20%, carbón mineral 13%, hidroenergía 13%, leña 6%, bagazo 5%, otros 2%.
En otras palabras, en el uso de los combustibles fósiles, el 74% de la oferta
energética interna viene del petróleo, gas natural y carbón mineral. Con
relación a las exportaciones de hidrocarburos y de la industria extractiva
minera, estas, representan más del 50% de las exportaciones nacionales. Todo ello,
representa el 20% de ingresos fiscales y el 87% de las regalías regionales. En
consecuencia, no se justifica de tajo, modificar la producción de la gallina de
huevos de oro que tenemos, pues sí o sí, otros lo van a seguir haciendo en las siguientes
y futuras décadas. Incluso, aquí cerca en Venezuela y en Guyana. Entonces, lo
que hagamos en solitario no aportará nada al mundo, con sólo dejar de producir
nuestro propio petróleo y otros minerales ni vamos a impactar en la emisión de
gases con efecto invernadero. Al contrario, estamos abriendo la puerta para
navegar en un espacio de empobrecimiento al dejar de percibir las regalías
respectivas. Cambiar la vocación a importarlo, no generaría empleo, no pagaría
impuestos, no habría regalías. Que la
mirada debemos enfocarla es al cambio de uso del suelo, agricultura no
tecnificada, ganadería y la deforestación, que, al sumarlos, representan el 55%
de nuestras emisiones de gases contaminantes. Entones, donde más se debe trabajar
para cumplir la exigencia internacional, está en la tarea de mejorar las
prácticas agrícolas, ganadería silvopastoril y lo que hagamos para detener la
deforestación. Por esta razón, es necesario tener una hoja de ruta de la
transición energética justa a la colombiana que consulte nuestra realidad y la
vocación de cada departamento. No quiere decir, que no toquemos las energías de
origen fósil, sino que tengamos en cuenta las otras alternativas para la
transición en generación de energías renovables como los parques eólicos, granjas
solares fotovoltaicas, pequeñas centrales hidroeléctricas, biocombustibles,
energía geotérmica y el hidrógeno. Que, si bien Colombia no es petrolero, sino
con petróleo, no minero, pero con potencial, y también con energías renovables;
se puede hablar de transición energética con gradualidad y en forma progresiva.
Eso no implica que demos un salto energético sino de una transición. No se
puede pensar que de la noche a la mañana Colombia prescinda del petróleo o del
carbón. Eso es imposible. Que el negocio debe continuar. Muy bien. Por la
defensa del petróleo.
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