Columna publicada el 8 de noviembre de 2023 en el Diario la Nación
El hecho ocurrido el pasado fin de semana en el municipio
de Argelia, corregimiento del Plateado, departamento del Cauca, reviste unas
consecuencias o connotaciones de gran envergadura que no pueden pasar
inadvertidas por el presidente de la república como comandante supremo de las
fuerzas armadas de la república de Colombia de acuerdo con el artículo 189 de
nuestra Constitución Política. Ni tampoco para quienes defendemos la
institucionalidad. No en vano, Cáceres, Amarillo y Cortés (2015), recuerdan que
las teorías fundacionistas sobre el surgimiento del Estado colombiano, una vez ocurrido
el grito de independencia del 20 julio de 1810, el hito que se erigió en una
verdadera manifestación de autonomía neogranadina respecto de España, en un
momento anterior a la constitución del Estado propiamente dicho, fue la
conformación y existencia del Ejército Libertador. No estamos entonces, ante
una cuestión mínima y sin importancia, señor presidente. Se trata del glorioso
ejército de nuestro país. Esto no es una jugadita como nos acostumbramos, tal
vez. Este hecho es de una gravedad inimaginable. No me imagino que hubiese
ocurrido esto mismo bajo la dirección de otro de los presidentes que nos han
precedido. Aquí no estaba mediando o intermediando una comunidad indígena como
para salirle al paso y excusar la situación amparado en reconocimientos
especiales por Constitución o la Ley. No hay, ni cabe justificación alguna para
que los angelitos (disidencias de las FARC) que presionaron a la comunidad sacaran
a empellones a los integrantes del ejercito del lugar en la forma como se hizo.
O si no este mensaje en audio tan tierno: “Dígale que la gente que se oponga...
ojalá que alguien se oponga para desterrarlo de la zona y no dejarle sacar ni
una gallina de esas fincas. Absolutamente todo el mundo, todo el mundo,
líderes... mejor dicho que no se quede nadie en esas casas”. Da dolor, por no
decir rabia y pena. Que el ministro salga a decir escuetamente que “El Ejército
ha venido realizando una labor importante de copamiento del territorio, pero no
había llegado aún hasta el casco urbano del corregimiento en el que todavía se
encuentran miembros del Estado Mayor Central”, no tiene asidero. Y, ¿lo de la
vereda San Jorge, zona rural de San José del Guaviare (18 militares
secuestrados)?. Y ¿el asalto en Antioquia?. También, en el fin de semana. Lo de
la Policía Nacional en el Caguán, tal vez por su naturaleza como cuerpo armado,
instituido para prestar un servicio público de carácter permanente, de
naturaleza civil y a cargo de la nación, a regañadientes lo toleramos porque se
estaba en luna de miel con el gobierno entrante y su discurso. Pero, después de
un año largo, que ocurra esto con el ejército, ni de fundas. Los colombianos apropiamos
las expresiones del mayor Andrés Mahecha que denunció el secuestro. O será que:
¿el premio será llamarlo a calificar servicios?. No, no, no.
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