Columna publicada en el Diario la Nación el 6 de septiembre de 2023
Cómo es de conocimiento
público, en septiembre, en el marco del día de los derechos humanos y de San
Pedro Claver, durante 36 años se ha llevado a cabo la “semana por la paz”, como
una expresión de la movilización ciudadana para visibilizar las experiencias de
cientos o miles de personas, colectivos, organizaciones e instituciones que se
han dedicado a promover y construir la paz en y desde los territorios para
nuestro país. Pareciera a veces, que más de tres décadas en este trabajo no
avanzara con impactos concretos. Que esas iniciativas y experiencias
significativas de construcción de un proceso de paz plural, participativo,
firme, estable y duradero para lograr la reconciliación soñada y anhelada, cada
día se desdibuja y se aleja. Reina la incredulidad. No es sino ver los
resultados en los 12 acuerdos de paz que se ha suscrito con la vigencia de la
Constitución Política de Colombia de 1991 para hacer las paces y, no seguir
matándonos, pero nada que esto se pacifica. Así nos lo hemos pasado la mayor
parte de nuestra vida republicana de acuerdo con los anales de la historia. Y
si nos detenemos en la ambiciosa propuesta del presidente Petro de lograr la
paz total, la incertidumbre es mayor, por no decir la incredulidad. El palo no
está para hacer cucharas, expresa un dicho popular. El defensor del pueblo
realizó un llamado urgente el pasado lunes, en cuanto que en 19 departamentos y
234 municipios prima el hostigamiento de personas alzadas en armas y de
estructuras armadas ilegalmente y que se supera en más de 5000 integrantes del autodenominado
estado mayor central de las disidencias, por sólo mencionar un ejemplo. Lo cual,
hace ver aún más lejos y complicada la utopía de la paz. Peso a ello, en el
marco de la semana por la paz versión 2023, que va desde el 3 al 10 de
septiembre a fin de promover la juntanza para generar y fortalecer el trabajo
comunitario que conduzca al bienestar general, la salvaguarda del patrimonio
cultural y la biodiversidad de nuestros territorios para tener un país mejor y
pacificado no debe desmotivarnos y tampoco detenernos ese activismo. Así nos
encontremos en esta coyuntura o zozobra que se vive en el país y que pueda comprometer
la concreción de la paz y seguridad, todavía hay ciudadanos que muestran su
interés y disposición para seguir trabajando en y desde los territorios para
mantener la semilla de la paz. Expresan que lo harían como gestores (lástima
que se ha desdibujado este término), voceros, garantes, interlocutores,
negociadores, mediadores, capacitadores, educadores, pedagogos, promotores,
agentes participativos, organizadores, canalizadores, embajadores, instructores,
motivadores, divulgadores, consejeros, financiadores, asesores, consultores,
formuladores de proyectos, coordinadores y representantes de las organizaciones
en pro de la paz. Es fundamental continuar movilizándonos en torno a la
construcción de la paz como derecho y deber. No solo desde el impulso y visión
de programas de gobierno de turno. Sino como un tratado de paz de todos los
ciudadanos.
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