Columna publicada el 4 de octubre de 2023 en el diario la Nación
En lo que va corrido del actual
gobierno nacional, y de quienes están culminando a nivel regional, ya cuentan
con insumos suficientes o elementos contundentes para efectuar análisis sobre
la forma en que gobiernan o cómo gobernaron, y lo que serán los otros tres años
del mandato presidencial en torno a lo que significa gobernanza pública. El
profesor Luis F. Aguilar, en su teorización sobre el gobierno, lo llama o lo
califica como: “el problema de gobernar”.
Es decir, examina claramente el porqué de las críticas dirigidas hacia
el gobernante, el gobierno como problema, los errores directivos del
gobernante, las transgresiones cometidas, las conductas personales
desarrolladas, las arbitrariedades en que incurre, los abusos, fallas y los problemas,
en general, que impiden la gobernabilidad, legitimidad y efectividad del
gobernar a una sociedad. Sobre ello,
podemos encontrar varias aproximaciones, así sea en percepciones por ahora.
Esas propiedades de la gobernanza traducidas en la acción intencional, causal, social,
política, estratégica, contextual y gerencial de los gobernantes locales y del presidente;
muestran las características de lo que ha sido una buena o no tan buena gobernanza
en cuanto a su complejidad, transterritorialidad y multidimensionalidad ceñida
estrictamente con apego a las normas. Si nos detuviéramos en cada uno de estos
aspectos, los resultados o respuestas son amplias. Especialmente, a nivel del
presidente de la república puesto que impacta directamente en la democracia, la
participación y los partidos políticos, entre otros. Sólo ha transcurrido un
año del mandato concedido por el pueblo al presidente Petro, y las
controversias suscitadas en diferentes áreas ha sido el elemento común. En algunos,
compleja y difícil. Incluso, para tratar de entender lo que sucede en nuestro
contexto, se ha tenido que revisar otros, como es el caso mexicano, descrito
por José Woldenberg, quien en el texto sobre la democracia en tinieblas (2022)
da puntadas, Octavio Rodríguez Araujo en Democracia, Participación y Partidos
(2016) lo ilustra, Mario Schettino sobre México en el Precipicio lo recrea, y Pablo
González Casanova sobre la democracia en México, un texto clásico, que postula
el deber ser, hoy más vigente que nunca, lo recuerda. Pero en particular, los
planteamientos del filósofo Enrique Dussel, quien nos refriega los escritos de
Max Weber en cuanto a que quien gobierna debe obediencia al pueblo, cumplir las
exigencias que el pueblo pida, escuchar al otro y al pueblo, porque éste es la
sede del poder y no el Estado. Mucho menos, creerse el centro o núcleo del
poder. Así mismo, a no olvidar los deberes o los oficios nobles (Officiis) de
Cicerón. Todo esto, en razón a que la política no debe asumirse como profesión
sino como vocación. No en función de un proyecto personal. Sino de alguien que
descubre que es un modo de hacer un servicio. Servicio como una manera de
ponerte a disposición de una comunidad. Lo
cual exige humildad, cierto servicio. Esto es, un servidor. No una autoridad. ¿Ello
se cumple en Colombia?.
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