Columna publicada en el Diario la Nación el 18/01/2023
Ahora que ingresamos a un nuevo año escolar, los docentes
del departamento del Huila, en particular, deberían retomar y apropiar, lo que
fue la vida del filósofo francés Gilles Deleuze en su devenir como maestro-educador,
a fin de seguir dibujando otros caminos por los cuales transitar en cuanto a
educación crítica se refiere. Las pruebas realizadas a los estudiantes (pruebas
saber y evaluar para avanzar), con los resultados conocidos tanto en el
departamento como Neiva y Pitalito, lo requieren. Especialmente en lectura
crítica. Pertinente conocer la época de estudiante y luego de sus enseñanzas
como profesor, para resignificar su “pedagogía excepcional” de este pensador,
como lo advirtiera Dosse (2009). En su momento, en 1969, lo expresó Foucault:
“quizás algún día el siglo sea deleuziano”. Es apasionante revisar como este
pensador, por ponerlo en términos populares, era taquillero en sus clases y
conferencias. Se desprende de todos los testimonios vivenciales de quienes
asistieron a sus clases, que la idea siempre fue favorecer la invención y el trabajo
por fuera de las reglas universitarias. Que relataba frente a sus estudiantes
las aventuras de un libro que parecía escribirse solo, siguiendo el hilo de una
palabra febril y abierta. Conectaba sus libros con sus clases, en medio del aula.
Fascinaba volviéndose el partero tierno y bárbaro del deseo de aquellos que
venían a escucharlo. Hablaba sin leer las notas, al público, como si el libro
que llevaba en él estuviera inscripto desde la eternidad en lo más recóndito de
su alma. Afirmaba que la labor de un profesor era comunicar y hacer amar un
texto. Hacerlo con pasión. Involucrando los intereses, las pasiones, las
emociones, de sus estudiantes para refrendar luego que un curso realizado tenía
que ser emocionante. Si no hay emoción no hay inteligencia, ningún interés, no
hay nada. Coinciden los asistentes que sus clases les ayudaban a vivir. Foucault
lo sentenció en 1969, al manifestar que: “pareciera que no se ha iniciado el siglo de
Deleuze”. Pues no se ha abarcado ni la complejidad, ni la riqueza, ni la
pujante novedad que emana de los textos de este filósofo francés. Tampoco permiten
enmarcarlo como educador: es inclasificable. Su llamada pedagogía excepcional no
responde a un método específico, o que se convierta en una guía de esas que
tiene el Ministerio de Educación o algo similar. Corresponde a lo que significó
su vivencia, encuentros con el mundo y a la riqueza de su formación y pensamiento.
Es maravilloso que los docentes puedan enriquecer, como lo hiciera Deleuze, de
la posibilidad de visibilizar otras formas para educar, y que éstas puedan
salir del aula, pero que logren impactar con la vida misma. Recordemos que,
aunque nuestro pensador referenciado y aquí llamado a estudiarlo, no fuera
escritor en temas sobre educación, su pensamiento sí fue y es profundo.
Incluso, nos motiva a pensar y a ser críticos, constituyendo este el mayor reto
en la actualidad. Sí en Deleuze la educación se constituyó en uno de sus
devenires, en el territorio mismo de su pensamiento; para nosotros debe ser la
centralidad, la localidad, la comuna, el barrio y la casa de cuanto impactamos.
Es urgente y necesario un despertar. Se requiere que todos los maestros del
Huila, por su puesto de Colombia, se multipliquen con el legado de Deleuze. Promover
y recrear un mundo deleuziano. Es posible.
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