Columna publicada el 08/03/2023 en el Diario la Nación
No puedo quedarme como un simple espectador, al estilo de
la época de la Roma pujante al mando del emperador Augusto, cuando se
programaban eventos en el coliseo romano adornado por los leones como
protagonistas. Ni espectador, ni león, ni coliseo, en este caso, con los hechos
ocurridos en los pozos en San Vicente del Caguán que no se pueden tolerar en
pleno siglo XXI. Es decir, 20 siglos después a la era de Augusto. Lamentable,
decepcionante y humillante por no decir vergonzante que luego se escudaron en
un acuerdo (Acuerdo de los Pozos del 2 de marzo) traducido con idealismo como
un ejercicio vivo de construcción de paz con la naturaleza y reconocimiento del
campesinado como sujeto de derechos, ambos fundamentales para alcanzar la paz
total. Imagínese esto. Con tres muertos en el famoso cerco humanitario o circo
romano de los pozos. Desde niño me enseñaron a respetar la institucionalidad y
jamás a seguir el camino del vandalismo ni de destrucción de bienes públicos ni
atentar contra los servidores públicos. Al contrario, lo público es sagrado,
por ser de todos. Así creció ese sentimiento de apoyo y admiración al servicio
que presta nuestra policía en la seguridad de los colombianos. De hecho, tengo
un hermano que es patrullero en la institución. En consecuencia, ver las
imágenes que rodearon los momentos previos, durante y después en los pozos da
grima. Por supuesto, esos videos no fueron pasados por los medios de
comunicación. Como tampoco los audios de solicitud de apoyo urgente. Dialogar
con estudiantes universitarios que están en ese municipio, sencillamente da
tristeza e impotencia. Sentir que los ministerios de defensa, del interior y de
justicia no actuaron con inmediatez bajo el mando del presidente de la
república no deja pasar este nudo de la garganta. Escuchar el testimonio de uno
de los más de 70 patrulleros que fueron secuestrados y ultrajados en esas horas
de horror y terror por más de 5000 personas es indignante. Escuchar que
solicitaron el apoyo cuando los tenían encerrados en esa multitud y la
respuesta fue que mantuvieran la calma y no alzaran la voz, es patético.
Imagínese que me solicitaran mantener la calma en un momento de esos. ¿Cómo
hubiese sido que estuvieran armados?. Observar el momento cuando fueron
obligados a despojarse de todos sus objetos de trabajo y entregarlos como
trofeo a la turba es humillante. A propósito, todos esos elementos, ni el
ministro de defensa sabe quién los tiene. Pero lo peor, la poca y nula moral
entregada por el ministro de defensa treinta horas después, de haberse pedido el
apoyo inmediato y oportuno del alto mando. El ministro a duras penas los saludó
de manera tenue, no precisamente para enaltecer su moral caída en esos
momentos. ¿En dónde quedó toda la teoría de los derechos humanos para estos
servidores públicos? Todas las instancias tanto de procuraduría como de
fiscalía y de instancias internacionales deben investigar este hecho nefasto en
nuestro país. Es urgente un informe como el que hiciera la Comisión de Derechos
Humanos en la protesta pasada y conmine a tomar las medidas correspondientes
para prevenir futuras acciones similares. Mal ejemplo. Por ahí no es. Nunca más
hechos como el de aquél lugar denominado los pozos.
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