Columna publicada el 3 de mayo de 2023 en el Diario la Nación
Con el discurso del presidente Petro del pasado lunes,
antes de su viaje a España, surgen diferentes inquietudes. Por no decir,
preocupaciones. Lejos de ser una llamado a la reconciliación, unión,
priorización de acuerdos fundamentales, equilibrio de poderes, apego a los
cimientos de la democracia; más bien fue un acto de provocación. Paradójico,
que sea el propio mandatario de los colombianos que simboliza la unidad
nacional y, quien precisamente llegó al poder por canales democráticos, que
incite a lo contrario: a un discurso de odio. Da la impresión de que, tiene muy
arraigado en su pensamiento (el libreto o postulado) de hace casi 100 años, de
lo plasmado en más de tres mil páginas en sus “cuadernos de la cárcel” por Antonio
Gramsci (1929-1935). En ese “balconazo”, como se le ha denominado su alocución
desde la ventana del palacio de Nariño, es casi que el libreto escrito por Gramsci
cuando estaba preso, con relación a lo que ocurría en Italia, hace cerca de
cien años. Este personaje, se puso de moda. Tenemos que estudiarlo a fin de medio
comprender el pensamiento histórico sobre el tema y, de paso, tratar de entender
un poco los discursos del presidente. El problema es que Gramsci, escribió para
los italianos y lo que ocurría en su momento con Benito Mussolini. Pero
al parecer su pensamiento sigue vivo, tanto así que está vivo en el presidente
Petro. Gramsci describía su visión del mundo y propuso mecanismos para cambiar
la realidad en ese momento. Según su perspectiva, en toda sociedad de clases
hay relaciones de fuerza que son cambiantes. Creía que filosofía y política
estaban unidas en el accionar de un sujeto colectivo, es decir, el
proletariado. Y consideraba que el objetivo de la revolución que avizoraba
debía transformar las instituciones y las relaciones sociales. Y que ésta debía
cambiar a los hombres. Indicaba que la revolución debía lograr una gran reforma
en lo intelectual y moral. Pero que, para lograrlo, era necesario contrarrestar
la cultura hegemónica (esto es el predominio de un grupo, clase social, estado
o institución sobre otro de su mismo tipo). El presidente Petro, usa ahora este
concepto de Gramsci, quien hacía referencia a que las clases dominantes ejercían
su poder en la sociedad y que la hegemonía terminaba como una imposición de
tipo cultural. Que las clases dominantes imponían su idea de sociedad a las
clases oprimidas. Y que, por lo tanto, su visión del mundo se imponía sobre las
demás. Esto es la hegemonía, la cual se instrumenta a través de la educación,
la religión y los medios de comunicación. Aquí es donde toma su rol fundamental
la sociedad civil. Para cambiar ese estatus. Pues necesita comprometerse con
una revolución. Para ello, Gramsci manifiesta que se necesitan condiciones
objetivas (generadas por el capitalismo: desocupación, miseria, pobreza,
desplazados del sistema) y subjetivas para materializarlas cuando los actores
sociales reconocen los problemas comunes y se ponen de acuerdo en las
soluciones para esa revolución. No obstante, para generar dicha revolución, es
necesario un sujeto revolucionario. Y éste, tiene que ser un sujeto colectivo
(la clase trabajadora) quien genera otra idea hegemónica que transforma a la
sociedad, que a su vez influye y transforma al individuo. Es decir, tiene que
generarse una contrahegemonía. Aquí es donde está el sentido de la revolución
que el presidente Petro manifiesta. Como el punto ideal a llegar. Tal vez es
aquí donde descansa su pensamiento. Como se conoce, son las bases del marxismo
como filosofía de la revolución. Lamentablemente estamos en otro tiempo. Y la
Colombia que tenemos no es la Italia de la época y mucho menos la del
proletariado con esas fábricas. Y nuestra constitución tampoco es
revolucionaria. Aquí no está matando son otras cosas.
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